27 de junio de 2014

Un viaje... inaudito

Este ha sido, sin duda, el viaje más surrealista de toda mi vida. No aconteció en un lugar remoto ni exótico; no era un plan de alucine; no fui pensando que siempre me acordaría de este viaje. El programa era simple: un grupo de amigas, un coche, un cámping, una semana y la idea de visitar el País Vasco (San Sebastián y algunos pueblitos de la zona) y tal vez las Landas francesas. Vamos, un viaje nada fuera de lo común pero que tienes muchas ganas de hacer por la compañía y la emoción de que es tu primer "road trip". No sabíamos que el viaje se nos iría de las manos. No sabíamos lo que nos deparaban el destino... ni la previsión meteorológica.

Empezamos el viaje: salimos de Zaragoza con destino San Sebastián. Cogemos una carretera nacional porque pasamos de pagar los peajes. Viaje sin incidentes, cantando La Oreja de Van Gogh para ir ambientándonos y rememorar nuestra infancia. Llegamos al cámping y después de montar el tinglao, nos damos cuenta de que nos faltan muchas cosas... camping gas, alguna silla, ¿papel higiénico? no recuerdo si llevamos. Sí recuerdo que los baños nos caían lejísimos... Pasamos un par de días o tres disfrutando del festival de jazz de San Sebastián, y lo único que nos falló fue el tiempo: era verano y hacía bastante fresco... Lo más remarcable (o al menos que yo recuerde) fue pensar que hay gente muy motivada en San Sebastián, haciendo footing a las 6 de la mañana bajo la lluvia y con el frío. Después de pasar el fin de semana, algunas nos tuvieron que abandonar por incompatibilidad laboral. En aquel momento pensamos "ellas se lo pierden", poco después desearíamos habernos ido con ellas...

Comienzan los imprevistos: como en todo viaje, puede pasarte que te llueva o surjan imprevistos. Claro que cuando vas con idea de vacaciones de verano, a la playita y en plan visitar tranquilamente, pues te deja un poco trastocada que no sea como tú quieres. Nos llovió. Nos llovió muchísimo. Y decidimos que cambiábamos el plan original: iríamos a ver pueblecitos de la zona pero elaborando una ruta. Destino: allá donde no llueva. Para eso acudimos a Mutriku, donde teníamos estratégicamente una casa con tele. La encendemos y... previsión meteorológica para la próxima semana en varios kilómetros y comunidades a la redonda: lluvia torrencial. ¡Da igual! Vamos a bajar hacia Vitoria, que como es el "sur" seguro que hace bueno. No, mejor no... ¿en Vitoria qué se puede visitar? Yo prefiero ir de ruta por los pueblos y de cámping donde nos pille. ¿Y si seguimos con el plan original y vamos hacia Francia para ver las Landas? Creo recordar que nos intentaron prevenir: pero si seguís subiendo... aún hará peor tiempo, ¿no? Nosotras no escuchamos, era un planazo: ¡Venga!

Carretera y manta: vamos subiendo, visitamos algún pueblo (¿o fue solo uno?) y la lluvia nos acompaña todo el camino. Los que me lean pueden pensar que somos unas señoritingas y que por 4 gotas no pasa nada. Sí, si eso lo sabemos. Pero aquello era el diluvio universal 2ª parte. Pasamos las Landas, la lluvia arrecia y no sabemos qué hacer. A estas alturas del viaje hemos convertido el coche en nuestra casa, o más bien en nuestra pocilga; la conductora y la copilota vamos como reinas, pero la pobre de atrás apenas tiene sitio para sentarse: todas las cosas que no tuvimos tiempo de meter ordenadamente en el maletero están en los asientos (nevera, abrigos, zapatos, alguna mochila, comida, bebida...).

Empezamos a delirar: madre mía, pero ¿dónde vamos a ir a parar? ¿Y si no paramos? ¡Oye! ¿Y si vamos a Futuroscope? ¡Jajajaja! Paramos en una gasolinera y vemos un mapa de Francia que nos pone los pies en la tierra: Futuroscope está en el quinto pino y pronto se hará de noche.

Nuevo plan: pararnos donde creamos que habrá un cámping. Y el elegido es... ¡Burdeos! Vemos una indicación para un cámping. ¡Estamos salvadas! Y encima, la lluvia ha amainado. ¿Qué más se puede pedir? Decidimos que al día siguiente visitaremos la ciudad tranquilamente y sin lluvia (aún conservábamos la esperanza). Llegamos al cámping, donde había menos ambiente que en un entierro, y buscamos una plaza ni muy alejada ni muy cercana de otras tiendas. Empezamos a montar la tienda lo más rápido posible porque nos quedamos sin luz solar (recuerdo que no llevábamos cámping gas), pero el suelo está tan mojado que no queremos ponerla tal cual o acabaremos con una neumonía. Menos mal que sí llevábamos... ¡bolsas de basura! Ponemos una primera capa "protectora" y... cae la noche. Montar una tienda de campaña con la luz de la linterna y de los móviles sólo se lo recomiendo a los más intrépidos. Y vuelve la lluvia... Con la satisfacción del trabajo bien hecho y tan empapadas como encanadas de la risa, nos empieza a entrar el hambre. Pero... ¡si no llevamos sillas! ¡Y llueve a cántaros! Cargamos con los bártulos (platos, cubiertos, vasos, fuet, queso, pan, tomate...) y vamos a mendigar a la recepción para que nos dejen sentarnos ahí para cenar. El recepcionista no sale de su asombro y nosotras apenas podemos comer de la risa que nos da la situación, sobre todo cuando llegan nuevos campistas y nos ven allí, dando pena pero muertas de la risa.

Visita cultural: por la mañana nos vamos del cámping con la tienda chorreando y dejando una reserva natural de ranas bajo nuestra capa protectora; y nos vamos a ver Burdeos. Tras dar mil vueltas intentando encontrar un sitio para aparcar, dejamos el coche en un párking de "zona azul". ¿Para cuántas horas ponemos ticket? ¡Pero para todo el día es carísimo! Bah, nos la jugamos, si lo mismo no pasan... Burdeos es muy bonita, hasta cogimos el trenecito que te da una vuelta y nos comimos un helado (eso sí, con un frío de mil pares). De Burdeos recuerdo vagamente una historieta con un niño que era "nuestro hijo", algo de unos auriculares... y muchas risas. Cuando nos cansamos de la ciudad volvimos a casa, es decir, al coche, para decidir cuál sería nuestro siguiente punto: aún nos quedaba un día de vacaciones. Como souvenir de Burdeos nos llevamos una multa (que nunca pagamos): obviamente sí pasaron a controlar el ticket.

Crisis: puede que mis compañeras de viaje no la sufrieran, pero lo dudo. Tras varios días en la carretera delirando y riendo (muchas veces por no llorar) y sabiéndonos víctimas de los caprichos de la condensación atmosférica, yo empecé a desesperar. Estábamos volviendo hacia la península, así que nuestro rumbo era "hacia abajo" pero sin saber dónde caeríamos muertas. Al final optamos por la misma máxima que nos guió cuando empezamos a subir en el mapa: conducimos hacia abajo hasta que pare de llover, y ahí que nos quedamos. Pero después de más de 6 horas de volante y con todo el cansancio encima (y puede que el mal olor, porque creo que en Francia ni nos duchamos) la idea de conducir un "poco" más y dormir en nuestra cama calentitas y no en una tienda de campaña que estaba lista para escurrir se volvió muy tentadora...

Volvemos a la carga: ¡Pero no podíamos rendirnos! Si no habríamos fracasado: ¿terminar las vacaciones 24 horas antes de lo previsto? ¡Antes muertas! No sé cómo surgió la idea, fue algo como Oye... ¿¡y si vamos a un pueblo en fiestas!? Nos pareció un planazo a las 3, aunque no podíamos creer el grado de locura que habíamos alcanzado en tan pocos días. El cansancio desapareció y nos embargó un sentimiento mezcla de emoción y nervios: habíamos perdido la cabeza. ¡Síiiii! ¿¡Qué pueblos hay ahora en fiestas!? ¿A qué nivel del mapa estamos? ¿Por Navarra? Utilizamos el comodín del público para llamar a la persona adecuada que nos dio la solución y... nos desviamos hacia TUDELA.

No pares, sigue, sigue: ¡Esta fiesta no termina! Aparcamos, nos hicimos con un pañuelo rojo para mimetizarnos con el entorno y cenamos un kebab que me supo a gloria. ¡Los pueblos en fiestas son lo mejor! Nos metimos en un círculo humano en el que no podías parar de correr, bailamos en la calle, bebimos, nos reímos muchísimo y nos hicimos una caricatura para inmortalizar el momento. Dormimos en el coche como benditas. A la mañana siguiente nos despertó una fanática del pueblo: llevaba todos los complementos necesarios para ser la perfecta peñista (pañuelo, gorro, recuerdos de la romería...) ¡hasta se había pasado a ver a la virgen del pueblo! Cuando descubrimos que la fan número 1 de Tudela era nuestra amiga... decidimos que era el momento oportuno para terminar el viaje.

FIN

Moraleja: Empezar un viaje a priori "planeado" y terminar haciendo kilómetros como cosacas para acabar en un pueblo de Navarra en fiestas el mismo día en que has estado en Burdeos... ¡no tiene precio y merece ser contado!

Moraleja 2: Si os pasa algo similar, recordad que al mal tiempo, buena cara. ¡Fue un viaje memorable!

Recorrido original: en morado.
Recorrido improvisado: azul, rojo y amarillo.
Despertarse en Burdeos y acostarse en Tudela en fiestas... ¡no tiene precio!

25 de junio de 2014

El que mucho abarca... se estresa

El título de esta entrada lo dice todo. Y es que, dependiendo de cómo seas, cuando viajas te gustaría ver absolutamente TODO.
Es más o menos lo que me pasa a mí. Y es un horror.

¿Por qué?
La respuesta es tan evidente como decir que no se puede ver todo. Llegas a un lugar nuevo y tienes el tiempo contado: un fin de semana, 15 días o 7 meses. Qué más da, el lugar a donde vayas siempre será más grande que el tiempo del que dispongas para verlo. Esta máxima debería grabármela a fuego cada vez que voy a un sitio nuevo, porque siempre lo olvido y termino estresándome...
En mi defensa diré que no siempre he sido una viajera agobiada. Antes iba a un sitio y veía todo lo que podía, pero sin agobiarme, sin pensar que "me estoy dejando cosas". Llegaba a un lugar nuevo, lo visitaba, hacía actividades y elegía qué cosas me apetecía ver más ("¿museo o paseo por la ciudad?". Nunca elijo museo...); todo sin consultar una guía.
Sin embargo, desde hace unos años me he vuelto un ser agobiante y que da la brasa para verlo todo. Lo peor es que desconozco la razón, pero me temo que tiene que ver con el valor que tiene el tiempo en mi vida diaria ("Rápido, sólo tengo un fin de semana para ver a toda la familia... Rápido, para un día que hace bueno tengo que salir a aprovechar el sol... Rápido, si pierdo este metro llegaré tarde a tomar una cerveza..." Y así entro en un bucle infinito que me persigue hasta en mis vacaciones). Si pudiera, me iría de viaje sin mí, porque viajar así es morir de estrés. Sobra decir que por esta razón no soy la mejor compañía para ir de vacaciones y, encima, el pensamiento de "esto me lo he dejado de ver" eclipsa los buenos momentos de mi viaje.

Para todos aquellos que sufran de esta misma enfermedad y estén hartos, como yo, o para aquellos que sufran en primera persona las consecuencias de un compañer@ de viaje así, aquí os dejo un par de consejos para volver más zen a vuestro compañero de ruta o para dejar el "vicio" del estrés (no porque nos guste, sino porque una vez que caes en él, cuesta salir. Me parece que algo así debe pasarle a los fumadores...):

- Si sois gente organizada, os aterroriza ir de viaje sin haber previsto las cosas y lo primero que metéis en vuestra maleta es una guía, mi consejo es: de acuerdo, preved las cosas, reservad hoteles o lo que sea y leed algo sobre el sitio a donde vais. Al llegar al destino podéis pasaros por la oficina de turismo a pedir consejo sobre qué hacer, cuándo y dónde. Pero NO carguéis con la guía a todas partes, salíos del recorrido propuesto por esta misma e indagad un poco sin saber dónde estáis. Perderse mola y, aunque no veáis lo "establecido", apreciaréis mil veces más poder disfrutar de un viaje placentero y en paz.

- Si sois del mismo estilo que la gente del párrafo anterior, pero ni de coña os separáis de vuestra guía y pasáis de "perderos"... En ese caso, estáis condenados al estrés. O, podéis optar por la opción mucho más sana a nivel cardíaco "vamos a ver todo lo que nos han recomendado pero seleccionando". Esto es, si no hay tiempo para todo, en lugar de ir corriendo de aquí para allá, podéis elegir qué cosas vais a "sacrificar". Vale, no lo veréis todo, pero vuestro corazón os agradecerá el descanso y además tendréis la excusa perfecta para volver: "es que nos dejamos cosas por ver", siempre cuela.

- Si por el contrario sois gente que solía querer ver todo lo posible, pero sin llegar a pensar que malgastaríais vuestro viaje si no lo conseguíais: ¡bienvenidos a mi grupo! Ahora os habéis vuelto unos brasas y unos compañeros penosos, ¡pero no todo está perdido! El secreto para volver a disfrutar viajando (que no visitando cual guiris de primera, mapa en mano a todas horas) es... que no lo sé. Pero yo creo que los tiros deben ir por: dejar los agobios antes de subir al avión y disfrutar con lo que el viaje ofrece. ¿Que apenas veis monumentos? Pues más tiempo habréis tenido para ver paisajes. ¿Que apenas "veis" cosas? Pues más tiempo habréis tenido para "sentir" cosas (que es lo que luego uno recuerda). ¿Que no es lo que esperábais? Pues no haberos leído la guía de cabo a rabo, insensatos. ¿Que no habéis leído la guía para no ir en plan "lo quiero ver todo" y ahora os arrepentís porque no sabéis que ver? Pues a la oficina de turismo o, mejor aún, ¡a preguntar a los habitantes! Y así sucesivamente.

Puede parecer superfluo decirlo, pero lo importante de un viaje no es tanto seguir lo que pone en la guía para no perderte nada, como adentrarte en un lugar nuevo y descubrir qué tiene y cómo te va a hacer sentir. Recuerda que la guía es, al fin y al cabo, una recopilación de las vivencias de uno o varios autores y que su viaje nunca será el mismo que el tuyo, aunque vayáis a los mismos sitios, visitéis los mismos museos y comáis en los mismos restaurantes. Una guía está bien para hacerse una idea de la historia, la cultura o lo que podemos encontrar en el destino. Pero no es una guía de tu viaje. Tu viaje es lo que ves, lo que sientes y lo que vives. No malgastes tu viaje pensando que te estás dejando cosas, porque verlo todo es imposible y porque el que mucho abarca...

20 de junio de 2014

Cuando te vas, ya no vuelves

Hay muchos tipos de viajes.
Están los viajes que todos conocemos: turistas dispersos por el mundo disfrutando de sus vacaciones (15 días en la playa, visitando otro país o aprovechando para estar en contacto con la naturaleza). Estos viajes tienen una fecha, y cuando llega el día, vuelves.
Y después están los otros viajes. Los que "duran". Los que parecen viajes pero no lo son porque el lugar a donde vas será tu casa. Será tu casa durante un mes, un año o una década. Será tu casa "temporal", pero al fin y al cabo será tu casa. Son viajes que "duran" porque independientemente del tiempo que te vayas, van a durar en tu recuerdo, en tu percepción de ver el mundo. De estos "viajes" nunca vuelves.

Cuando te vas de tu "primera casa" por un tiempo (da igual dónde, puede ser a la ciudad vecina o a la otra punta del mundo), vas a cambiar. En ese momento tú no lo sabes y puede que la gente que te rodea tampoco lo sepa. Pero vas a cambiar, y mucho. Adaptarte a nuevas compañías, nuevos retos y, si estás en el extranjero, nueva lengua y nueva cultura es algo que tu forma de ver las cosas no puede ignorar. Da igual que cambies mucho o poco, para mejor o para peor... porque cuando vuelvas a tu primera casa te darás cuenta de que la persona que dejó el nido no va a volver. Porque ya no existe.

Al principio será duro: nadie verá inmediatamente el gran cambio que se ha operado en ti, y tu antiguo "yo" seguirá por ahí pululando y dando guerra por volver a ser como antes. Pero tú no quieres ser como antes porque te gusta la persona en la que te has convertido. O al revés, intentas sacar a flote la persona que eras tras el naufragio que te ha convertido en alguien que no te gusta. Sea como fuere, vuelves a tu primera casa después de "tanto" tiempo y... todo sigue igual. Te parece increíble que la vida de los demás sea la misma de antes cuando la tuya ha cambiado tanto. Te parece increíble que la gente que te rodea tenga una mente tan cerrada cuando se aprende tanto mirándose menos el ombligo e interesándose más por qué hay ahí fuera. Pero si vuelves definitivamente a tu primera casa, terminarás por encontrar un equilibrio entre quién eras y quién eres, los demás terminarán por ver quién eres ahora y dejarán de "presionarte" para que seas quien eras antes. Tan solo dale tiempo al tiempo.

Pero cuando no vuelves a tu primera casa, cuando sigues "viajando" y dejando casas a tu paso, el proceso es un poco distinto. Has cambiado incluso más que la primera vez, has tenido varias casas en los últimos años y has dejado en el camino amigos con los que pensaste que nunca perderías el contacto. Al principio te encanta la sensación: no eres de ninguna parte y a la vez lo eres de todas, tienes amigos en todos los rincones del mundo, has aprendido tanto que sólo puedes pensar en seguir abriéndote (de mente, mal pensados) a nuevas experiencias, culturas y personas, sabes que no volverás a tu primera casa porque hay tanto que ver que una vida no te va a ser suficiente. Es un sentimiento magnífico y te hace capaz de poder con todo. Sientes que te vas a comer el mundo y das gracias por la suerte que tienes de poder vivir una experiencia así. Y es en este punto cuando los nómadas del siglo XXI se dividen en dos grupos: los que siguen así el resto de su vida los nómadas auténticos‒, y los que no.

Por eso si sólo eres un nómada amateur o no has sabido organizarte y guardar un equilibrio, llega un momento en el que te da un bajón. Eres de todas partes pero en realidad no eres de ninguna, y tu sitio está allí donde tú quieras, pero se ha desplazado tantas veces como tú, que ya no sabes dónde quedarte para tenerlo todo; no quieres decir adiós a mucha gente que se te queda en el camino pero tus pasos te han llevado tan lejos que cuesta volver, y tienes que aprender a "dejar ir" contra tu voluntad. Cuando cruzaste el umbral de la puerta de tu primera casa sabías que vivirías en otro lugar, harías otros amigos y tendrías otra "familia", te enamorarías de tu nueva ciudad y aprenderías muchas cosas. Pensabas que te ibas por unos meses pero que un día volverías a tu "verdadero hogar". No sabías que a partir de entonces ya no serías la misma persona. 

Nadie te previno. Nadie te informó de que a partir de entonces querrías estar en todos los sitios al mismo tiempo. Nadie te reveló que tú cambias con cada destino y que no serás la misma persona a medida que te mudes, no serás la misma persona que te unía a tus amigos en otros lugares. Nadie te explicó que, aunque quieras, no puedes volver porque ya no es "tu sitio". Nadie te avisó de que a partir de entonces tu hogar iba a estar esparcido porque te has dejado cachitos del corazón repartidos por todo el mapa. Nadie te advirtió de que tu hogar es tu gente y tus recuerdos, y ahora "tu gente" está por todas partes y te toca elegir por qué punto cardinal te decantas; y tus recuerdos te la van a jugar, porque te acompañarán a cualquier parte y se asegurarán de que siempre "te falte algo".

Nadie te dijo que, si te vas, ya no vuelves.
Pero el viaje merece la pena.

Ellos lo explican mejor que yo:

"El síndrome del eterno viajero es la sensación 
de no estar a gusto en ningún sitio 
porque necesitas estar en otros. 
Es la ansiedad que sientes al pensar 
que nunca serás feliz en un solo lugar. 
Es una enfermedad... que te salva la vida."

http://algoquerecordar.com/posts-destacados-el-sindrome-del-eterno-viajero/

18 de junio de 2014

Cuba: Lo que te han contado vs. Lo que vives

Todos conocéis la sensación: sale una nueva película, y toda la gente que conoces que la ha visto te habla de ella como la mejor película que han visto en años, o la más divertida, o te describen emocionados los mejores efectos especiales del siglo... Y cuando por fin vas a verla, porque es LA película, dices: está bien, está muy bien, pero no es para tanto. Lo mismo pasa cuando dices a la gente que te vas de vacaciones a Cuba: empiezan a contarte las maravillas de cuando ell@s estuvieron allí. Hasta la fecha, nadie me ha contado haber vivido una mala experiencia en este país. Por eso, yo que me hago ilusiones en seguida, tenía las expectativas por los aires (aunque puse mucho empeño en que no fuera así, para no llevarme posibles decepciones). Pero claro, cuando tus padres (que acaban de visitar Cuba por primera vez) te cuentan una maravilla tras otra, otro de tus amigos está enamorado del país y el resto de tus conocidos no paran de repetirte lo bien que te lo vas a pasar y lo guay que es... pues te vas ilusionando, te vas ilusionando... hasta que llega el primer día en La Habana y no sabes muy bien qué esperar, y tienes miedo de perderte aquello de lo que tanto te han hablado y convertirte en la primera persona que conoces para la que Cuba no es tan excepcional como para el resto de seres humanos. Más o menos es lo que me pasó a mí. Cuba me encantó, aunque no sé si tanto como pensaba que lo haría.

Hay aspectos sobre los que me contaron cosas increíbles y no fue para tanto (como la ceremonia del cañonazo en la Habana, aunque sí, hay que verla) . Hay cosas sobre las que me hablaron y fue casi tal y como me lo habían contado. Y hay cosas sobre las que nadie me habló y fue genial descubrirlas por mí misma, verlas a través de mis propios ojos, sin una idea preconcebida. Por si estáis pensando visitar Cuba y vuestros conocidos empiezan a deciros "Bua, ya verás es genial porque..." o "me encantó por tal y tal...", mi consejo es: escuchad lo que os dicen, y si os dan buenas direcciones aún mejor, pero id como si no supierais nada de las experiencias de los demás y concentraos en vivir vuestro viaje, no el de los que ya estuvieron allí. Dejad en la aduana la idea que os hayáis podido hacer de cómo será, olvidad lo que os han contado, y preparaos para disfrutar de lo que Cuba os pueda ofrecer. Porque un mismo país siempre cambia con cada persona que se aventura en él, y la percepción que haya podido tener tu vecino no será la misma que la tuya. Yo no seguí mi propio consejo y este post es el resultado de ello.

Cómo me contaron Cuba:

La gente:
    • todo el mundo es majísimo, se desviven por ayudarte con lo que sea. Nada de caras largas, siempre muy agradables.
    • viven tan en la miseria que muchos te piden una ayudita (jabón, bolis, que les compres alguna cosa, dinero...).
    • los cubanos te van a tirar mucho los tejos.
La música, el ambiente y los bailes:
    • ¡En cada esquina hay música! ¡A todas horas, en cualquier parte!
    • hay mucho ambiente, en cualquier parte se baila y todos los cubanos bailan requetebién.
La comida y la bebida:
    • "Los mojitos son los mejores que hemos probado nunca".
El transporte:
    • Cuba está llena de coches americanos de los años 50.
    • los autobuses (omnibus) de los cubanos son un armatoste de hierro... y en contraposición los de los turistas son autobuses normales, como los de Europa
La vida comunista:
    • hay mucha miseria, viven con lo necesario e imprescindible y todo lo reutilizan hasta el infinito; de todo sacan provecho
    • allí todo el mundo es mecánico y electricista, por necesidad. Los que tienen carreras universitarias (la mayoría de la población) se dedican al turismo (taxistas, camareros, guías, etc.)
    • las ciudades están en ruinas
Así que, sabiendo tantas cosas de Cuba y habiendo oído tan buenas historias, estaba convencida de que iba a ser el viaje de mi vida. No lo fue.
¡Personas del mundo que me han hablado de Cuba, yo os maldigo!

Cómo yo viví Cuba:

La gente es muy  maja. Siempre muy agradables y viven muy en la miseria. No me pidieron cual mendigos (excepto en una ocasión y el tío fue bastante borde cuando le dije que no...) y sin embargo pensé que casi siempre te intentan timar. Para mí, que no estoy acostumbrada a negociar, fue la perdición. Los taxistas, los cocheros, los que contratamos como guías, los restaurantes, los vendedores... No lo critico y obviamente no fue todo el mundo, pero a veces me sentía un pelín turista estúpida.
Ni los cubanos me tiraron (tanto) los tejos (quiero creer que porque iba acompañada y no por fea...) ni me sacaron a bailar. ¡Esto sí que no me lo esperaba! Me dije: "soy joven, sé bailar un poco y soy maja, no se me resistirán". Angelico... descubrí que los cubanos prefieren sacar a bailar a las maduritas, y si están con el puntillo de tantos mojitos, mejor. Cuando vi el panorama decidí tomar cartas en el asunto y pedirles que bailaran conmigo directamente, pero no contaba con que tuviera que ponerme a la cola (estaban muy solicitados)... para al cabo de un par de canciones ser olvidada. En 10 días, el número total de bailes con un cubano auténtico fue de... 3. Respecto al tema de la música y el ambiente, también me quedé un poco decepcionada. Me temo que también dimos con los lugares incorrectos en el momento incorrecto, y en lugar de un ambiente a lo Dirty Dancing, terminamos en un par de garitos donde la pista, además de grande, estaba vacía y donde había un desfile de chicas "de compañía". Tampoco vimos ninguna rueda callejera, pero creo que para eso hay que ir más bien a Santiago.
¿Los mojitos? Deliciosos (casi todos, porque en el todo incluido de Varadero... parecían sacados de la piscina), "pegaban" fuerte y mezclados con el calor hacían que no sintiera las piernas.
Lo que no me esperaba, y doy gracias por que nadie me hubiera prevenido, es que hubiera taaaanta gente por la calle, a todas horas, en cualquier parte. Los que dicen que Nueva York es la ciudad que no duerme, deberían pasarse por La Habana. Increíble.
No esperaba tampoco encontrar tanta propaganda. Luego lo piensas y, claro, es lógico en una dictadura... Había leído 1984 y me parecía estar dentro de un libro similar, versión caribeña. Reiniero, nuestro cochero del primer día, era hijo del castrismo. Su discurso parecía sacado de un mitin y fue el más claro ejemplo de cómo muchas personas repiten lo que se les dice que es la verdad.

Tampoco sabía que Cuba, y sobre todo La Habana, tuviera un olor: a petróleo. No sabía que el viento soplara tan fuerte que te deja ciego y sucio. No sabía que las olas sobrepasaran el malecón y se adentraran hasta las casas. No sabía que el agua de la cisterna apenas tuviera presión y que los frigoríficos apenas conservan los alimentos fríos. No sabía que el zumo de azúcar de caña fuera una "viagra natural" (Reiniero dixit). No sabía que en las calles hay todo tipo de vehículos. No sabía que casi todo el mundo allí es un artista ni que muchos chapurrean el ruso. No sabía hasta qué punto la gente busca alguien que le abra las puertas al resto del mundo.

Con qué me quedo de mi viaje:


Con Cárdenas, que no estaba prevista en el viaje pero como casi siempre, lo más imprevisto termina siendo lo mejor. Allí vimos un mercado, probamos frutas típicas y bebimos sin preocuparnos por si el agua nos haría ponernos malos... visitamos dos museos y aprendimos un montón de cosas guiados por un amigo.

Con La Habana, descubrir su olor, su calor pegajoso y perdernos por las calles para terminar encontrando un comercio donde tomamos zumo de guarapo por tan solo unos céntimos.

Con haber trabado amistad con un cubano al que le iba bien entablar conversación para olvidar una discusión con una amiga.

Con haber flipado con las cosas que no sabía y quedarme enamorada de los colores y la arquitectura.

Con el paseo por la playa a la luz de la Luna llena y haber pasado miedo cuando una nube la tapaba.

Con ver ponerse el sol sobre la línea del firmamento en el océano.

La Habana (foto de Google)
Y, sobre todo, me quedo con la esperanza de poder volver algún día.

16 de junio de 2014

Croacia, ese gran desconocido (para mí)

Este ha sido mi último viaje. La elección fue simple: quería un país al sur, con sol, playa y precios baratos. Hasta ahora nunca me lo había planteado, aunque últimamente la gente me había hablado muy bien de este destino. Y Ryanair hizo el resto... un vuelo de ida y vuelta a 65€ y 4 días bien acompañada para un viajecito en plan relax y en amoureux.

Croacia mola mucho. Antes de ir miré algunas fotos en google y flipé. Pero ¡nada que ver con la realidad! Lo bueno de irte de viaje sin saber qué te vas a encontrar es eso, que lo te encuentras suele ser mucho mejor de lo que hubieras imaginado. En mi ignorancia, desconocía completamente que Croacia tuviera tanta historia romana y unos paisajes tan idílicos. Por desgracia no tuvimos tiempo de descubrir mucho: un presupuesto ajustado y un fin de semana largo no dan para más, pero aun con todo ¡no paramos! En 4 días vimos 3 ciudades y sin estresarnos en absoluto. ¿Cómo es posible? El secreto está en el tamaño:

Pula, capital de la región de Istria y ciudad en la que dormimos, se ve en 2 o 3 horas. No miento. Bueno, si entras a ver los monumentos y museos, tal vez necesites un poco más. La primera noche que pasamos allí lo vimos todo, aun sin saberlo. Fue a la mañana siguiente cuando, guía y mapa en mano, nos dimos cuenta de que la ciudad ya no escondía secretos para nosotros. Eso sí, vimos el anfiteatro con todas las luces del día. Cuando más me gusto fue al atardecer. ¡Qué atardeceres tiene Croacia! Aquí os dejo una humilde muestra, ya que mi talento fotográfico y mi cámara de fotos con la pantalla rota no dieron para más:


Rovinj y Poreč, las otras dos ciudades que vimos, son increíbles pero increíblemente pequeñas. Esto nos pilló de sorpresa y aprovechamos el mismo día para ver las dos. Rovinj ha sido la que más me gustó.

Arquitectura de "casas viejas"



Tiene una arquitectura de "casas viejas" como a mí me gusta y unas vistas preciosas. Además, antes de llegar a Croacia no sabíamos qué ciudades visitar...






Rovinj desde el aire (gracias Google por esta foto)



Pero Rovinj la vimos desde el avión y una vez en Pula la describimos y preguntamos qué ciudad era. El promontorio molón se conoce como "ciudad roja", y nos bañamos justo a los pies de la iglesia que está en el centro (y que se llama Santa Eufemia). Sí, sí, justo ahí donde la flecha.




Poreč también es muy bonita e igualmente pequeña. Es conocida por su Basílica Eufrásica, que es Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Sobre esta ciudad leímos en la guía que la basílica era lo más de lo más, así que allí que nos fuimos. Y como suele pasar cuando te haces expectativas... te llevas un chasco. La basílica es una pasada y si vas a Poreč hay que verla, pero nosotros esperábamos lo más de lo más. Eso sí, lo que me impresionó mucho son los mosaicos: ¡se conservan súper bien y son del siglo IV!

 



El hecho de que estas ciudades fueran pequeñitas nos permitió ir a la playa 2 días en lugar de uno, como habíamos previsto en un principio. El agua estaba un poco fría, pero es tan clara y el paisaje es tan idílico, que te dan ganas de meterte todo el rato. Para los que no lo sepáis (como era mi caso) las playas no son de arena, sino de roca (no de gravilla, no, de roca). Tal vez queráis prever unas chanclas adaptadas al medio para poder andar por las rocas e ir a descubrir los rincones más bonitos (huid de la playa donde está todo el mundo, los paisajes son mejores cuando te alejas de la multitud). Las fotos están aún por llegar...

Para completar esta guía de cómo ver Istria en 4 días, aquí van algunos consejos prácticos:

Croacia no es caro. Si eres estudiante o tienes un presupuesto apretado, es el destino perfecto.

- En Pula puedes comer raciones tamaño XXL por unos 4 o 5€. ¿Dónde? Aquí.

- Si lo que buscas es un destino para ir en pareja y/o en plan relax, Croacia es la respuesta.

- Si estás pensando en hacer un recorrido por Croacia, te aconsejo no reservar hotel en ninguna ciudad. Es muy fácil encontrar alojamiento, basta con encontrar en la estación de bus gente que te lo ofrece (más bien ellos te encuentran a ti) o con pasearte un poco por la ciudad y buscar placas que digan "sobe" o "appartement". Mi consejo: visita varias casas, compara precios y elige; negocia el precio y, si es posible, quédate en casa de alguien que hable inglés, así os entenderéis más fácilmente. Además, si una ciudad te gusta más o menos, tendrás la oportunidad de cambiar cuando quieras.

- Muchos de los restaurantes tienen a gente que intenta que te quedes a comer en su restaurante. Esto no está mal, te permite comparar precios y cuando les dices que no, te despiden con una sonrisa. Pero si hay alguno un poco desagradable que apenas te da tiempo a expresarte, HUYE. Nosotros caímos en la trampa y pagamos las consecuencias: tardaron media hora en servirnos y nos cobraron a 1€ una salsa blanca...

Llévate el bañador siempre. Aunque tengas pensado únicamente visitar una ciudad, o te parezca que no hace tanto calor como esperabas, o creas que es un coñazo ir siempre con la toalla y una mochila a cuestas. Las aguas cristalinas, un sol que no perdona y la posibilidad de bañarte en casi cualquier rincón harán que te arrepientas de no poder darte un chapuzón si no has cogido el bañador...

Y por último, mi TOP 5 de lo mejor/peor del viaje:
  1. Ir sin haber previsto nada. Sin casa, sin saber qué hay que visitar, sin hablar el idioma.
  2. Los paisajes. Solo me arrepiento de no saber plasmar en una foto lo que me flipa.
  3. Los monumentos romanos. ¡Están por todas partes! Desde los mejor conservados hasta los que están esparcidos por las calles (partes de columnas, frontones...) como si nada. ¿Lo mejor? Toparnos con el teatro romano de Pula y con el frontón de Poreč.
  4. El carácter mediterráneo. Cruzarse con gente agradable, sonriente, sin prisas... y todos bronceados!
  5. La cama. ¡Dormí como nunca! Súper cómoda, grande... Habría sido perfecta de no ser porque tuvimos una compañía con la que no contábamos... Pero eso ya lo dejo para otro día.

15 de junio de 2014

Guía para el futuro parisino: el metro

Pronto hará tres años (¡madre mía!) que vivo en París.
De un tiempo a esta parte he almacenado algo de sabiduría extranjera aplicada a la supervivencia en la capital gala. Así que, para todos aquellos que vengan a instalarse y, sobre todo, para aquellos que ya estén instalados y empiecen a sentir que la gris realidad parisina empieza a engullirlos, aquí van algunos consejos para adaptarse al medio en el que viven sin perder su esencia por el camino:

En el metro:

-          Si estás preparando tus maletas para mudarte a la ciudad del amor (ja), NO vengas con 2 maletas grandes, una de mano, una mochila, un bolso y un cesto sobre la cabeza. El metro parisino tiene muchas más escaleras normales que mecánicas y poca gente se parará para prestarte su ayuda.

-          Si has decidido obviar este primer consejo y te vienes con la casa a cuestas, es posible que seas considerado persona non grata. La gente te mirará mal y harán que te sientas mal por ocupar más espacio del que te corresponde.

-          El espacio que te corresponde es el equivalente a tu silueta + 2 milímetros. A menudo se verá definido por el sobaquillo del de al lado y la melena de la de delante.

-          Las escaleras mecánicas del metro no son lo que parecen: no son escaleras, ¡son una autopista! Si no quieres ser arrollado, quédate en el lado derecho. Si por el contrario quieres avanzar, deberás hacerlo por el lado izquierdo. ¡¡Pero atención!! tendrás que estar a la altura, los lentos no tienen cabida en esta fila.

-          En la misma línea de las escaleras mecánicas están los “pasillos mecánicos” (después de indagar he descubierto que se llaman tapis roulant). La clasificación izquierda/derecha es la misma que para las escaleras, pero aquí es mucho más difícil cambiar de “carril”. Si estás en el carril rápido (recuerda, el de la izquierda) podrás incorporarte al lento (derecha) fácilmente. Pero si estás andando tranquilamente por la derecha y te topas con alguien aún más tranquilo que bloquea el paso, entonces tienes que proceder a la maniobra de adelantamiento. ¡Ni se te ocurra incorporarte a la izquierda a lo loco! (esto es, sin usar tus ojos cual espejo retrovisor para ver si viene alguien) porque puedes poner en peligro tu integridad física y mental: la gente viene a toda pastilla por este carril y si no te incorporas como es debido se les puede "escapar" algún improperio. Be careful, ¡en las autopistas humanas no hay límite de velocidad!

-          Si estás sentado en un asiento desplegable y el metro empieza a llenarse, levántate para hacer hueco. Esto es de sentido común y, además, puedes llevarte un coscorrón en la cabeza de parte de un francés celoso y enervado si no te levantas (true story).

-          Evita tocar las barras para agarrarse. No sabes dónde han estado esos millones de manos que se han agarrado antes (bueno, a veces sí lo sabes porque lo acabas de ver: recogiendo los microbios de un estornudo al taparse la boca o hurgando la nariz…).

-          Si llega un metro a tope y un solo vagón está vacío…: será por algo. Si olvidas esta máxima por un momento y te crees más espabilao que el resto de sardinas enlatadas en el resto de vagones, al entrar triunfante dispuesto a sentarte en el vagón desierto seguramente pierdas el conocimiento del mal olor que encontrarás.

-          Es posible que veas ratones y ratas por las vías, los andenes y, lo que es peor, saltando por las barandillas pasamanos. Nadie se mostrará asustado o espantado, aunque tú gritarás o manifestarás asco y terror. Intenta sobreponerte y recuerda: Ratatouille es una historia basada en hechos reales.

-          El metro huele mal. A veces te olerá un poco menos mal, y otras apestará. C’est la vie.

-          Desaconsejo apoyarse en la pared del andén y, sobre todo, SOBRE TODO, desaconsejo esperar agazapado en el rincón de la máquina de snacks/bebida. Lo entenderéis cuando veáis a alguien aprovechando esa esquina para vaciar la vejiga. Puaj.

-          Si eres una persona que se estresa/enfada/agobia fácilmente, intenta viajar acompañado, con un libro o escuchando música (con cascos, por favor). Te resultará más fácil evadirte de la realidad en la que estás embutido si tienes alguien o algo con quien distraerte.

-          Evita pensar en rebaños de ovejas cuando salgas del metro y sigas a la enorme masa. Corres el riesgo de caer en una depresión al darte cuenta de lo triste que es formar parte de "la manada".

-          Si te llevas un manotazo o un pisotón por accidente, sonríe diciendo "pas de soucis" al usuario del metro que te pide perdón. Una buena reacción a este tipo de contratiempos saca lo mejor de todos, pero una mala reacción (poner cara de uva pasa, resoplar o expresar tu enfado -putain !) puede destapar al más macarra disfrazado de ejecutivo.

-          Debes saber que está generalizado el uso de “excusez-moi” y “pardon” para pedir permiso al salir del metro. También debes saber que, por norma general, aquí primero se empuja y después se excusan. ¡Que no se diga que los franceses son malpolis!

-          Cuando lleves un tiempo en París, observarás que gran parte de la población se queja de las "malas caras" que la gente lleva en el metro (les gens font la gueule), te dirán que son maleducados y empujan. Al principio a ti no te lo parecerá, porque aún no te has contaminado con el gas tóxico del metro de todos los días y no te has impregnado de la mala leche que se respira en el subsuelo. ¡Bien!, lo estás haciendo bien. Pero cuidado... si empiezas a cruzarte a menudo con “esa gente” que está de mal humor, que empuja, que te contesta mal... es posible que te estés arrastrando al lado oscuro... ¡y que te estés convirtiendo en uno de ellos! Si ya has sufrido la transformación, mi más sincero pésame… Pero si aún estás a tiempo de salvarte o de curarte, evita caer en la tentación de las caras largas, lleva siempre esta canción en tu lista de reproducción para alegrarte y recuerda que en unas cuantas paradas volverás a respirar aire puro.

El otro día, volviendo a casa, cansada y con mi mejor cara de caballo para mimetizarme con el entorno (sí… yo ya me he pasado al lado oscuro…), vi un mendigo que bailaba sonriente al ritmo de Bob Marley mientras un joven titiritero hacía bailar la marioneta (de Bob Marley). Me arrancó una sonrisa y me pareció una de las cosas más tiernas que vi desde hacía un tiempo. Al final va a resultar que no todo en el metro es malo :)

6 de junio de 2014

Donde todo empieza...

¿La verdad?
No me acuerdo. Debió ser de pequeña, cuando yendo de cámping con mis padres me molaba hacer senderismo, disfrutar de los paisajes y pasarme el día entero montando en bici. O a lo mejor fue por la influencia materna de "vamos a verlo todo: este museo, y este, y esta iglesia, y aquel pueblo..." y así hasta el infinito. Ahora sé que el que mucho abarca... se estresa. O a lo mejor empezó con un inocente intercambio con el instituto de un minipueblo francés pegado a la frontera. ¡Qué emocionante es tener que comunicarte en otra lengua! ¡Qué raro es todo al otro lado de los Pirineos! Tienen el cuarto de baño separado del váter... Y si sigues subiendo y cruzas el Canal de la Mancha, descubres que utilizan la moqueta hasta en el cuarto de baño (¡puaj!). Y, maldita sea... a veces no entiendo lo que me están diciendo, no pensaba que fuera a ser tan duro. Ojalá pudiera volver ahora a casa...

Después de vivir experiencias así, viajeras, fuera de casa y de la protección familiar, me entró el gusanillo de viajar y con los años se ha ido volviendo aún más insaciable. ¿El resultado? Mi familia en shock porque no quiero volver a casa y yo con un sentimiento de no pertenecer a ninguna parte y unas ganas tremendas de descubrir cosas nuevas. Ni siquiera he viajado tanto (claro, todo es relativo y depende de con quien compares...), pero no me puedo quejar. ¡He tenido mucha suerte de ver tantas cosas! Además de ver sitios nuevos, viajar me ha permitido crecer como persona y descubrir nuevas culturas y personas geniales. Y es una pena que todo eso quede en el olvido; no solo los sitios que he visto, sino lo que he experimentado a lo largo de estos años... Así que por si a alguien le sirve lo que pueda poner aquí, y para rememorar buenos y malos viajes, abro este blog. Viajeros del mundo... ¡bienvenidos!