27 de agosto de 2014

3 años

Se me ha pasado muy despacio y muy deprisa a la vez. Y aquí estoy, 3 años después.
Llegué a París cargada de ilusiones y maletas, con nervios y emocionada por empezar un proyecto nuevo. No sabía qué me esperaba en la ciudad con la que todo el mundo sueña, pero no podía creer mi suerte. ¡Un trabajo en París! ¿Quién puede presumir de un debut laboral así? Desde entonces no todo ha sido un caminito de rosas y libre de problemas, pero ha estado repleto de buenos momentos y ha sido (y es) un gran aprendizaje.
Y hoy, 3 años después de mi llegada, estoy hasta nerviosa y no sé qué escribir. Han sido tantas las impresiones, personas y momentos que han transcurrido durante este tiempo que seguramente voy a dejarme muchas en el tintero (voluntaria e involuntariamente), y otras menos importantes las escribiré "por rellenar"... pero más o menos, así han sido estos años en París:


¡1, 2, 3 reflexione otra vez!

Llegué sin darle vueltas al coco desde hacía tiempo, pero 2 semanas de soledad forzada a la búsqueda de piso, sin amigos ni nadie con quien hablar, me llevaron a hacer aquello de lo que no tuve tiempo ni ganas durante los últimos meses: pensar. Creí que me volvería loca, estaba yo sola con mis pensamientos, mis sentimientos y mis miedos. Repasando una y otra vez todos los problemas que me había bebido durante el último año y a los que no había querido dedicar tiempo para no sufrir. Llegaron todos de golpe y me sentí sola y desamparada como nunca. Dicen que pasar tiempo a solas con uno mismo es bueno y necesario, pero entonces me pareció una tortura, solo quería arrancarme de mis recuerdos. Descubrí que París es preciosa y triste como ninguna, y me acogió con mano dura, me atrapó en mi cabeza y me obligó a sufrir.

Hice grandes amigos con los que he pasado (y paso) largas horas charlando del sentido de la vida, qué buscamos y si deberíamos conformarnos y ser felices o unos eternos insatisfechos.

Dediqué tiempo a pensar qué querría hacer 7 meses después de mi llegada y después dediqué tiempo a no pensar en qué querría hacer (razón por la cual sigo aquí). Me dejé llevar por la comodidad de estar asentada y me conformé con no buscar lo que me apetece. Después París volvió a darme un sopapo con su mano de hierro y me obligó a replantearme qué quiero.

3 palabras: bueno, bonito, barato

París es caro, no todo el mundo se lo puede permitir y blablablá. Todo el mundo lo sabe. Pero no siempre es cierto. Si te mueves por los lugares indicados y no eres un adicto del lujo, las "3 b" pueden regir tu vida. Pude encontrar un alojamiento bueno, bonito, barato y pequeño en una residencia estupenda. Hoy en día, tengo un piso no tan bueno y nada barato pero con unas bonitas vistas. 2 de 3 no está tan mal, ¿eh?

Pasé mis primeros meses frecuentando bares baratos, comiendo en lugares tirados de precio y yendo a fiestas gratis. Después cambié mi estilo de vida de pobre a "joven trabajadora con un nivel aceptable" y comencé a ir al cine más a menudo, empecé a pedir cócteles sin quedarme con las ganas por el precio y a utilizar el dinero sin mirar tanto (o nada) la cuenta... Eso sí, sigo negándome a pagar 25 euros por una depilación de cejas, no por falta de medios sino por exceso de orgullo. En serio, ¿¡por unas cejas!?

3 experiencias inolvidables

Han sido muchas, muchas más. Pero si tuviera que quedarme con tres... aquí van las seleccionadas:

Conocer a mi primera amiga que fue, además, el trampolín para conocer a los demás. Después de semanas sin establecer lazos con nadie, recuerdo dormir satisfecha y feliz tras una breve conversación en el ascensor y una visita guiada de la residencia.

Las fiestas multiculturales improvisadas en casa. Ya lo comenté por aquí, pero han sido momentos de alegría, diversión y felicidad plena durante horas. Y es que, mi vida aquí ¡ha molado mucho!

Decir adiós y quedarme con el corazón "partío". Sentir que mantengo una relación a distancia con todo el mundo que conozco y que, inevitablemente, siempre me faltará alguien (más que nada porque son vidas y lugares de residencia incompatibles). Y a pesar de ello, estar feliz por poder tener un poquito de corazón en muchas partes del mundo. Duele y dolió mucho en su momento, pero ya se sabe que lo que no mata, ¡te hace más fuerte!

3 personas

¡Sería triste resumir todo a solo tres personas! Así que mejor los agrupo en 3 nacionalidades, en las que entran todos los que han hecho que París sea tan especial: me quedo con los africanos, con los antillanos y con algunos europeos.

El amor en 3 pasos

En París, la ciudad del amor (para los incrédulos, claro) he pasado 3 años acompañados de 3 fases amorosas: la número uno fue cuando llegué y pensé que no hay peor lugar para estar solo y enamorado (que no correspondido). Estás tú con tus circunstancias y nada más. Y te da para reflexionar mucho, demasiado.

¡La fase 2 es mucho más divertida! Es cuando te das cuenta de que París será conocida como la ciudad del amor pero... debe ser porque ¡es la mejor ciudad europea (que yo conozca) para estar soltero! Hay tantas cosas que hacer, tantos sitios a los que ir... Te invitan a una fiesta en una casa y hablas con un montón gente diferente... Te vas a bailar y no te sientes mal por repetir pareja... ¡Solteros de Europa, este es vuestro sitio!

Y la fase 3 es cuando caes en las garras de un francés. No sabes cómo pasa, porque a veces ni los soportas con sus quejas y su orgullo de gallitos (claro que no todos son así... pero casi :P), pero pasa. Y ahí estás tú, en la ciudad del amor (que ya no lo es para ti) con un enamorado. Claro que podría ser peor...

3 estaciones

Aquellos que no vivan en París pueden creer que existen 4 estaciones al año, como suele ser el caso del clima oceánico. Aquí os aviso: no es así.

Invierno hay, y vaya que si lo hay. Claro que no estamos en Rusia y las temperaturas son "aceptables", pero preguntad a mis padres qué opinan del tema y os dirán que ni se os ocurra venir durante esta época del año. Más vale prevenir que quedarse helado.

Otoño: pues también hay. Suele parecerse al invierno pero un poco menos frío (aunque ojito con noviembre...) y con suerte un poco más soleado.

Primavera: ¿esto qué es lo que es? Es el otoño, ¡que ya ha vuelto! Acompañado de lluvias, un poquillo de sol, gente que ya va en sandalias de la ansiedad de tanto llevar botas, y alergias como la copa de un pino, pero otoño al fin y al cabo.

Verano: ¿quién dijo que el verano en París es inexistente? Pues que sepáis que... ¡sí tenemos verano! Este año ha durado 1 semana y media, concretamente. ¿El resto? Una mezcla primaveral y otoñal, para que las chaquetas y las botas no cojan polvo en el armario.

Al menos dicen que cuando el cielo está gris las fotos salen más bonitas
3 ingredientes faltos en mi dieta

Sí, hay que comer bien. Lo sé, lo sé, y a veces hago los deberes y consigo pasar un periodo considerablemente largo de tiempo alimentándome bien. Pero la pereza es mucha cuando llegas a casa tarde de trabajar y hay que correr al supermercado... Por esto hay 3 elementos que no son muy abundantes (más bien inexistentes) en mi dieta parisina. Y los ganadores son...: vitaminas (me encanta la fruta, pero los supermercados de aquí venden algo que no lo es, sino que más bien podría considerarse plástico a precio de oro; y los mercadillos... casi nunca logro levantarme a tiempo para llegar. Soy así de vaga...), proteínas (podría considerarme vegetariana indirecta de tan poca carne y pescado que compro) y hierro (será por los gases o porque a nadie le gusta comer lentejas cuando no le obligan, pero creo que casi podría contar con los dedos de una mano el número de veces que las he cocinado).

3 ingredientes que sobran en mi dieta

Los que llevan las pizzas, las hamburguesas de McDonalds y ¡el queso de cabra marca Leader Price!

One, two, three, au revoir al inglés

Después de tantos años en Francia podría decir que me he vuelto completamente bilingüe, que he adquirido un acento francés que no deja ver mis orígenes y que nada escapa a mi entendimiento. Por desgracia, no es así. Vale, vale, podría decirse que soy "bilingüe" pero mi acento, si ha mejorado algo, sigue dejando bien clarito de dónde vengo y a dónde voy. ¿Y todo esto a cambio de qué? De tener un montón de influencias en castellano y hablar a trompicones y de... despedirme de mi inglés. Estoy cerca de comunicarme a lo indio con acento francés: "Ellou - my name is - Lucía, I'm from - Espain, Soggy".

3 golpes de buena suerte

A veces decimos que la suerte no existe. En ese caso, supongo que se me dan muy bien los sorteos. En lo que va de estancia parisina he ganado tres veces (bueno, en realidad cuatro) en sorteos de esos que "nunca" tocan. Dos veces en la fiesta de Navidad de la empresa: el primer año un kit de baño y perfumes; y el segundo unos súper auriculares. Otro de los grandes regalos caídos del cielo ha sido un pase anual para el parque Disneyland. Me apunté a un mail de publicidad y... ¡tocó! Estaba tan entusiasmada como si tuviese 7 años. Y el último pero más impresionante... redoble de tambor... fue un viaje a... ¡CUBA! Os lo conté un poco aquí. ¡Así de afortunada he sido!

3 objetos con historia

En algún cuaderno escribí que los libros en París cuentan una historia y tienen una historia, porque muchas veces los he comprado de 2ª o a saber qué mano. Me pasa con los libros y con muchas cosas que he adquirido aquí. A día de hoy, tengo al menos 3 cosas cuyo valor implícito es mucho más interesante que el objeto en sí mismo.

En el primer puesto tengo una compilación de algunas historietas de las 1000 y una noches en un libro que data de 1939. Lo compré en los bouquinistes, donde se pueden encontrar verdaderos tesoros a precio de ganga.

En segundo lugar y siguiendo con los cuentos, tengo un libro de historias para niños que compré porque una de ellas es la de la vendedora de fósforos. El libro se imprimió en 1945, así que no está en perfecto estado, pero cuando lo vi casi se me saltaron las lágrimas de emoción. Seguro que mi tía (¡hola tía!) imagina por qué, y es que siempre, siempre me lo contaba cuando era pequeña.

Y por último, aunque fue el primero que adquirí, unos guantes. Pero no unos guantes cualquiera, estos vienen ¡directos de Cuzco, en Perú!, y son súper chulos, llenos de colorines y últimamente se están descosiendo... Me los regaló un peruano que conocí de casualidad mi primera semana aquí y que me hizo patearme medio París a las tantas de la noche mientras me contaba su vida (y yo un poco la mía). Fue una historia a lo Antes del amanecer, pero sin ningún matiz romántico ni por el estilo, así que no penséis mal, pillines. Eso sí, no tuve que comprarme guantes para ninguno de los inviernos que he pasado aquí.

3 percepciones de París

París es maravillosa, no desde un punto de vista turístico; para entenderla y apreciarla hay que vivir en ella y vivirla.

París te cansa hasta caer extenuado. Hay momentos en los que la detestas y quieres perderla de vista para siempre.

París te atrapa, para bien y para mal. A ver quién es el valiente que la deja ahora...


20 de agosto de 2014

Qué tiene Edimburgo que no tengan las demás

Edimburgo fue mi primera vez.
Fue mi primera pesadilla y fue mi primer amor viajero. Tal vez por eso la veo con tan buenos ojos y es, desde entonces, mi ciudad preferida en el mundo.


Fue mi primer viaje sola. Bueno, cuando digo "sola" quiero decir sin padres, ni instituto, ni conocidos. En realidad me fui con una empresa de estas que hacen cursos intensivos en el extranjero (te apuntas a un curso de inglés y estás en un país extranjero durante X semanas viviendo en casa de una familia con la que practicar el idioma). Recuerdo estar asustadísima a la vez que súper emocionada. Vamos, un cosquilleo constante en la tripa. Recuerdo que había otros chicos de Zaragoza que no me cayeron muy bien (de hecho, me cayeron bastante mal) con los que intenté no entablar mucha relación y recuerdo sentirme aliviada al conocer a la gente con quien sí me llevaría muy pero que muy bien. Echo la vista atrás y me veo diminuta en el vestíbulo del colegio esperando con nervios que me asignaran a mi familia.

Me encantó su arquitectura. Las casas eran increíbles, de piedra, enormes, preciosas. Por desgracia, la mía era más bien feucha, a las afueras y un tanto sucia. La señora con la que yo y otros 6 estudiantes vivimos era grande y gorda, y cocinaba demasiado picante. Por esta misma razón casi nunca cenaba en casa y, analizándolo ahora desde la perspectiva de los años pasados, creo que no debieron de parecerle demasiado bien tantas ausencias de mi parte. Sorry!

Mis compañeros de casa eran encantadores, sobre todo la francesa gordita y rebelde y la rusa tímida con un flequillo horrendo. Compartimos una mini habitación en la que la señora embutió 4 literas y un armario cuyo olor era insoportable, resultado de todos los pares de zapatos almacenados (4 chicas adolescentes + 3 semanas de estancia = muchos zapatos). Los chicos estaban más "a sus anchas", solo eran 3, aunque imagino que su habitación debía oler peor que la nuestra. Ahora entiendo lo que la francesa (sí, he olvidado su nombre) decía sobre París y que no era la mejor ciudad para vivir (cuando lo contó solo pensé "no sabe la suerte que tiene, ¡qué quejica!) y aún la admiro por su voto de abstinencia contra McDonalds.

Me acuerdo de quedarme anonadada con todas las historias de brujas y magia que flotaban en el ambiente, y de pasar miedo haciendo el tour de los callejones subterráneos plagados de fantasmas. Y, si bien dio algo de miedo, también me reí a carcajada limpia con Rosa. Rosa, que era mi chaleco salvavidas cuando no entendía ni sabía decir algo en inglés. ¡Qué envidia me daba que supiera hablar tan bien! Entonces me pareció increíble tener más feeling y cosas en común con alguien de México que con los que venían de mi propia ciudad y tenían mi misma edad.

En Edimburgo casi me emocioné al entrar a la cafetería donde se escribió Harry Potter y descubrí Starbucks y que sí me gusta la nata (a veces) gracias a un belga (cabe decir que también conocí a los belgas, cuya existencia ni me había planteado hasta entonces). Cumplí mi sueño de infancia de ver el Lago Ness (que estaba en la lista de "cosas que ver antes de morir" junto con la muralla china y la aurora boreal) y amplié la lista de tal manera que he perdido la cuenta. Aprendí que en Europa los días duran muchísimo más que en España durante el verano (¡amanece sobre las 3 de la mañana y el sol se pone a eso de las 23h!) pero demasiado cortos durante el invierno (noche cerrada antes de las 16h... debe ser duro).

Ví la película Trainspotting porque se grabó allí, y viví los atentados de Londres en el propio país. Saqué mil fotos y escupí en una piedra en forma de corazón. Paseé Victoria Street mil veces sin comprar nada y visité el castillo sintiéndome en Hogwarts. Me quedé encantada con los gaiteros escoceses que tocaban en faldas en la calle y me pareció curioso que se cerrasen los parques por las noches. Aluciné con los cementerios de Reino Unido y hasta me pareció ver un fantasma. Reí a carcajadas acompañada y paseé tranquilamente sola. Me dije que en algún momento de mi vida tendría que vivir allí por un tiempo.

No todo fueron cosas buenas, también lo pasé muy mal y me dí cuenta de que no llamo a casa cuando no estoy bien para no derrumbarme: si no lo cuento, parece menos real y me siento menos vulnerable. Pero aunque algunas cosas no fueran tan bien como me habría gustado, hoy me alegro de que ocurrieran, porque forman parte de la primera y maravillosa experiencia de vivir en otro país. Gracias a Edimburgo sufrí mi primera pérdida de recuerdos cuando un problema informático hizo que todas mis fotos se borrasen del disco duro. Y aunque de allí sólo me llevé materialmente un osito de peluche, una boina escocesa y una sudadera que utilicé cada invierno hasta que me fue pequeña, me han quedado unos recuerdos magníficos y muchas, muchas ganas de cumplir con mi propósito de volver y pasar más tiempo.


¿Qué tiene Edimburgo que no tengan las demás?

Cuentos, leyendas, magia, y quema de brujas. Edificios preciosos y paisajes únicos. Rincones encantadores, grandes y frecuentadas avenidas, parques con vistas espectaculares, cementerios de cine, un verano muy luminoso. Escoceses simpáticos y un acento gracioso, un perro que es un héroe y un fantasma subterráneo. Un castillo y un dragón, casas de colorines, el nacimiento de Harry Potter, una "vergüenza" preciosa, dungeons que ponen los pelos de punta. Una colina y monumentos "a la romana", enormes cantidades de verde y una luz al atardecer preciosa.


¿Qué tiene Edimburgo que no tengan las demás?
Que fue la primera.

18 de agosto de 2014

Por qué irse de Erasmus es beneficioso para la salud

Llega un momento en la vida de todo universitario en el que se le ofrece la oportunidad de irse de Erasmus (bueno, más bien "llegaba un momento en el que se le ofrecía la oportunidad". Ahora no sé muy bien cómo está el tema de las becas...). El caso es que cuando eres estudiante y puedes optar a irte un año o unos meses al extranjero, muchos ni se lo plantean: van de cabeza. Otros son más reticentes y analizan los pros y contras. Y a otros no los mueves de casa ni con una palanca. Las tres posiciones son igualmente válidas. Yo, debido a los estudios que cursé, pude irme 2 veces de Erasmus (no, la beca no me la dieron 2 veces). La primera vez era obligatorio, pero si no lo hubiera sido habría formado parte del primer grupo. La segunda vez analicé un poco más las ventajas de quedarme o de irme. También me fui. Con esto quiero decir que mi opinión no es muy objetiva y que este post es mera propaganda para promover el intercambio cultural y lingüístico (o de lo que sea...) que ofrece el programa Erasmus (y similares).

¿Por qué irse de Erasmus es beneficioso para la salud?

Por los idiomas. Esta es la excusa razón que todo el mundo conoce y la que se utiliza para convencer a los padres de que una inmersión 100% en un país te convertirá en una persona bilingüe. Bueno, tiene algo de cierto. Si te defiendes en inglés, o en el idioma que sea, ampliarás tus conocimientos. Si, por el contrario, no sabes nada del idioma, puedes tomar dos caminos: juntarte con los españoles que haya en tu destino (da igual donde vayas, habrá españoles, y muchos) y mejorar tus conocimientos lingüísticos nacionales ("esta palabra en mi comunidad no se dice", "en el sur se utiliza tal o cual expresión..."); o intentar cambiar un poco de compañías, dar el salto internacional y aplicarte en el idioma (esto suena muy bonito, pero a efectos prácticos erasmusiles casi siempre quiere decir que te emborrachas como una cuba y entonces eres capaz de entenderte con todo el mundo).
Bromas aparte, irse de Erasmus es una oportunidad excepcional para aprender o mejorar un nuevo idioma. Puede que vayáis con muy buenas intenciones y dispuestos a olvidar vuestra lengua materna, pero a veces hay elementos con los que no contamos y que se interponen en nuestro camino. Por ejemplo, puede que la gente local no sea tan abierta ni esté tan dispuesta a juntarse con extranjeros como pensábais (requiere mucha paciencia hacer amigos a los que hay que explicarles qué significa tal o tal cosa o con los que utilizar un vocabulario más fácil...). Lo mejor es no juzgar esta actitud, ya que si estuvierais en su caso seguramente haríais lo mismo (¿o acaso sois amigos de los extranjeros que hablan mal español de vuestra clase? pues eso). Puede que el idioma del país al que vais se os dé fatal y estéis tan asustados que recurráis a la opción salvavidas: juntarse con los que conocen vuestra lengua. Es normal: estáis en un país extranjero y viviendo solos (muchos por primera vez), hay un millón de papeleo que hacer y no os enteráis de nada, y tenéis que sacaros las castañas del fuego hablando a lo indio. Suele pasar. Mi consejo es que si entabláis amistad con aquellos que hablen español, intentéis al menos no formar un gueto de hispanohablantes infranqueable por cualquier otro ser viviente: conocer al resto de Erasmus o a los estudiantes nativos es el quit del intercambio. O puede pasaros que entendáis el idioma y estéis decididos a no juntaros con ningún hispanohablante. Pues... ¡buena suerte! Porque estamos por todas partes. No podréis evitarlos, pero sí podéis racionar las frecuentaciones y abriros a nuevos horizontes.

Por conocer una nueva cultura. Vale, habláis el idioma del país desde que vais al parbulario, conocéis los grupos de música más famosos y siempre veis las pelis en versión original. Ya estáis súper inmersos en la cultura, pero no hay nada como una estancia larga para vivirla y comprenderla. Irse a un nuevo país para vivir en él (de hecho no estoy segura de que como turista se llegue a comprender verdaderamente una cultura) te enseña infinidad de cosas. Al principio muchas de ellas te parecerán extrañas, otras te harán gracia o te darán pena y hay algunas que jurarás no adoptar jamás. Conocer a los habitantes del país en cuestión es un plus que no podemos pasar por alto, porque te enseñarán las cosas más sorprendentes sin siquiera darse cuenta. Entender el por qué las cosas son así o asá es un conocimiento que no tiene precio. Es una experiencia maravillosa que nos abre la mente y nos cierra los prejuicios. Nos enseña a no juzgar y a no temer lo desconocido, y nos acerca como seres humanos. Se me pone la carne de gallina. ¿No os dan ganas de iros inmediatamente a experimentar algo así?

Por la familia. Sí, la que dejas atrás es muy importante y seguramente la echarás mucho de menos. Pero ahora mismo me refiero a la familia "que ganas". Estás en un país desconocido, donde se habla un idioma que tal vez no domines y, excepto si te has ido con algún conocido, estás más solo que la una. Todos tus mecanismos de socialización se activan. Y vaya que si se activan. Seas como seas (alto, gordo, tímido, maníaco de la limpieza, soez, hincha del Real Madrid, pijo, independentista...) harás amigos.Y no solo amigos, harás una piña inseparable con aquellos que están en tu situación. Puede que tu círculo sea de 4 o de 14 personas, pero en cualquier caso encontrarás en ellos el refugio que necesitas. En el Erasmus todo es muy relativo, y aquello que te parecía trivial en tu vida cotidiana adquiere un peso enorme. Las emociones son mucho más intensas y el tiempo se vuelve completamente relativo. Antes eras capaz de pasar una semana sin ver a un amigo y no pasaba nada. En el Erasmus, un día sin tener noticias de alguien de tu "círculo íntimo" te parece una eternidad e incluso llegas a preocuparte. Son tantas las emociones compartidas y los momentos (malos, pero sobre todo buenos) que os unen, que de repente te das cuenta de que, más que amigos, esas personas a quienes solo te unía un país de destino han pasado a ser tu familia. Nunca habías forjado lazos de amistad tan fuertes en tan poco tiempo; nunca habrías pensado que podrías ver lo bueno en aquella chavala con opiniones políticas totalmente contrarias a las tuyas, nunca habrías pensado que el chico que te ponía nerviosa al principio con sus chistes malos acabaría siendo como tu hermano. Es posible que al final del Erasmus pierdas el contacto poco a poco, o puede que conservéis la relación para siempre, pero en cualquier caso la gente con la que compartas la experiencia se quedará en tu recuerdo durante mucho, mucho tiempo.
.....

Pero si estas razones principales no os bastan (qué público más exigente...), tendré que revelaros las que solo conocen los que han vivido un Erasmus.

Por la fiesta. ¿A quién queremos engañar? El Erasmus mola por las fiestas. Incluso si estáis en el pueblo más remoto del rincón más desconocido del mundo... habrá fiesta. ¿Que no hay fiesta? La montaréis vosotros. ¿Que no hay bares? Crearéis house parties. ¿Que la bebida es cara? Os quedaréis sin cenar para que el alcohol os haga mayor efecto. ¿Que la música es un horror? Al final os encantará e incluso la bailaréis dándolo todo. ¿Que vuestros horarios son prontísimo por la mañana? Id a Reino Unido: allí la fiesta comienza tan pronto que acaba a la 1 de la mañana (una hora asequible para madrugar al día siguiente) ¿Que en las clases son exigentes con vosotros aunque no seáis nativos? Aaaah, pues haberlo pensado antes; ahora disfrutad un poco, no os agobiéis por las notas e intentad aplicaros en clase lo mejor que podáis.

Por la independencia familiar. Seguramente en vuestro caso esto no haga referencia a una independencia económicamente hablando, pero sí en términos de "espacio vital". Muchos estudiantes se quedan en las universidades de su ciudad y por lo tanto no necesitan mudarse y siguen viviendo en su casa (la de sus padres). Es por esto que el Erasmus representa en muchos casos la primera oportunidad para dejar el nido y lanzarse a la aventura de vivir sin los padres. Puede tener sus cosas buenas (no hay horarios, ni expicaciones que dar, etc.) y sus cosas malas (te tienes que hacer la comida, no tienes la protección y la seguridad que da tener a los padres cerca...). Pero una vez que te haces a la idea y que te acostumbras a ir a tu aire, es una experiencia religiosa: descubres que eres más organizado de lo que pensabas, que escondes a un cocinillas o, todo lo contrario, que eres un desastre pero te da igual porque nadie va a darte la tabarra para que cambies.

Por el amor. Seguro que conoces a alguien que se fue de Erasmus y volvió con novi@, ¿verdad? Y es que hasta el más patoso con los idiomas puede sucumbir a los encantos de los extranjeros. Es una prueba de que el amor no conoce de edades, ¡ni de fronteras! A lo mejor piensas que los amores de Erasmus duran eso, el Erasmus, pero yo conozco a varias personas que han encontrado a la persona gracias a este intercambio. Además, ¿hay algo más romántico que decir a vuestros hijos: "fíjate que el mundo es grande, y fui a parar al pueblucho donde encontraría a mi media naranja"?

Por el sexo. Es mundialmente conocido el juego de palabras "orgasmus". Son muchos los que van de Erasmus pensando que encontrarán la tierra prometida de los líos de una noche. Y a veces la encuentran, pero otras no. Es mejor quitarse esta idea de la cabeza (por si acaso eres de esos y te llevas una decepción) e ir con la intención de simplemente pasarlo bien. El resto dependerá de cómo seas y de cómo sean el resto de personas con quienes compartas la experiencia. Aunque una cosa es segura: con o sin sexo, va a ser inolvidable.

Por la gente. ¿Cuántas veces tienes la oportunidad en tu día a día de conocer a gente de todo el mundo? ¿Quién habría pensado que tu mejor amiga sería noruega? ¿Quién dijo que los alemanes son cuadriculados? ¿Y de dónde sacamos la idea de que los franceses son prepotentes? En muchos casos, el Erasmus es la puerta para abrir nuestras mentes un poco más, para lanzarnos al mundo de los viajes o para darnos cuenta de que hay personas increíbles en todas partes del mundo. Te ríes con tus amigos de todo el globo de los prejuicios que hay sobre unos y otros, y te das cuenta de que tienes más en común con un indio que con alguien de tu propia ciudad. Si es que en el fondo, y a pesar de lo que nos hagan creer, ¡somos todos iguales!

Por vivir en el limbo. Lo más cotidiano se vuelve importante y lo que era más importante, "desaparece" de tu vida. Vives en una especie de limbo "don't worry, be happy" en el que todo te parece muy lejano: tu familia, tus amigos, los problemas que tenías en casa, los comederos de cabeza del día a día, la rutina... Sabes que están ahí, que tendrás que hacerles frente cuando vuelvas, pero en ese momento estás "en pausa" de tu vida normal. Claro que no creo que lo mejor sea utilizar un Erasmus para "huir", porque en ese caso solo empeorarás las cosas, acarreando tu bagaje allí donde vayas. Pero sí estarás como en una especie de vacaciones de las preocupaciones (por eso se hace tan duro volver después).

Por la intensidad con la que vives todo. Lo he comentado unos párrafos arriba: todo adquiere una nueva dimensión e intensidad. Cada día es único, cada día hay un desafío. Y cada día lo superas. Te sientes súper poderoso porque el profesor te ha felicitado por tus buenas notas o tu esfuerzo, o porque te has bebido una cascada de cervezas, o porque has ido de excursión por la campiña inglesa y has sobrevivido a una lluvia torrencial durante 4 horas en el monte sin agua ni comida. Cualquier pequeño detalle te parece inmenso, vives cada hora con tal intensidad que tienes la impresión de llevar allí media vida y terminas conociendo a la gente con la que compartes cada momento como si los conocieras de siempre. Es un poco como vivir al límite pero sin arriesgar el pellejo. Nada de la vacuidad de lo cotidiano: sientes que vives de forma plena y eso, vale mucho.

Porque es una de las mejores (o la mejor) experiencias que vivirás en tu vida. Ahí lo dejo.
Y si no es así y tu Erasmus es una experiencia nefasta, estoy segura de que será una de las mejores en lo que a aprendizaje personal respecta. Así que...

¡NO OS QUEDÉIS AHÍ QUIETOS!


Todo parecido con la realidad Erasmus es mera coincidencia y ha sido reducido al mínimo común múltiplo. Si queréis haceros una idea de hasta qué punto mola hacer un Erasmus... ¡hacedlo! Podréis escuchar miles de versiones, a cada cual mejor, y pensaréis que es una experiencia sobrevalorada... Pero no llegará ni a la suela del zapato cuando la viváis.

8 de agosto de 2014

Ryanair: la compañía con un 90% de vuelos puntuales

... O eso dicen.
¿Alguna vez habéis utilizado esta compañía? Sobre ella se pueden escribir tantas historias como pasajeros ha tenido... porque telita. Se hizo famosa por sus precios súper baratos (lo cual corroboro, ya que compré vuelos de ida y vuelta a Bélgica por 12€, por 2€ a Londres e incluso una vuelta de Granada por la friolera cantidad de... ¡1 céntimo!). Qué tiempos aquellos... Claro que no es oro todo lo que reluce. En aquella época sólo te dejaban llevar una maleta de mano (nada de bolso o mochila adicional) con unas medidas muy específicas. Tanto, que si te pasabas de un centímetro, la tenías que facturar. Es increíble las artimañas que se inventaba la gente para no pagar de más... Pero el post de hoy se lo dedico a sus horarios.

Ryanair es una compañía barata y, por ende, se podría sospechar que es sinónimo de mala calidad: maletas perdidas, asientos incómodos, horarios no respetados... Pero, sorprendentemente, son bastante puntuales. Yo utilizo esta compañía desde que empecé a viajar y muy pocas veces he llegado más tarde de lo indicado en el billete. Si alguna vez habéis cogido un avión Ryanair que haya llegado puntual, os habrá sorprendido su musiquita anunciando orgullosamente que son una compañía con un alto porcentaje de vuelos que llegan a la hora indicada. Tiririiii ririiiiii y la gente aplaude. ¿Su secreto? Muy fácil: cuando compras el billete te indican la hora de llegada. Pero... se aseguran de guardar un buen margen. Esto es, si el viaje entre París y Barcelona dura, por ejemplo 1 hora 30 min, ellos indicarán que el vuelo tiene una duración de 2 horas. Así es difícil no cumplir con los horarios establecidos... Personalmente, a pesar de ser una compañía de asientos incómodos y en la que el vuelo está dedicado a vender todo tipo de productos, en lo que respecta a horarios tengo pocas quejas. Por lo general siempre van muy puntuales. ¿Siempre? No, siempre no. Cuando te fallan, lo hacen de verdad. Nada de un retraso de una o dos horas. No, Ryanair lo hace a lo grande. ¿Por qué digo esto? Dejadme que os cuente...

Érase una vez que se era una joven estudiante inexperimentada en el mundo aéreo y sus retrasos. Era ingenua y se consideraba aventurera, aunque pronto descubriría que cuando había problemas se ahogaba en un vaso de agua. Tras haber vuelto a casa por Navidad, como el turrón, se disponía a regresar a su país adoptivo de aquel momento, Reino Unido. Iba a ser un viaje largo, muy largo: vuelo desde Zaragoza a Londres y, una vez allí, un autobús desde el aeropuerto hasta la capital y otro de varias horas hasta el sur de Inglaterra. Allí le esperaría una caminata de media hora hasta llegar a su hogar. No importaba: era joven e intrépida y, aunque entraría por la puerta de casa a primeras horas de la madrugada, al día siguiente podría dormir hasta que el cuerpo dijera basta.

Se despidió de su familia y se dispuso a esperar en la terminal el embarque de su vuelo. Pasaron algunos minutos, y los minutos se hicieron un par de horas. Por entretenerse, llamó a sus padres para informarles del retraso: esperaba llegar a tiempo para coger el autobús que la llevara al sur. Al cabo de un rato, comunicaron que el vuelo que esperaba no llegaría a Zaragoza: había demasiada niebla para aterrizar. ¿Qué broma es esta? ¿Niebla? ¡Este piloto viene de Londres, tiene que saber cómo aterrizar con un poco de niebla! Al parecer no sabía, así que los pasajeros fueron informados de que serían transportados al aeropuerto más cercano, donde había aterrizado su avión: REUS. ¿¡Quéeeeee!? Catástrofe. La joven llamó a sus padres, intentando que la voz no le temblara: ya no quedaba esperanza, perdería su autobús. Apenas podía controlar los nervios. Sus padres acudieron al aeropuerto (en Zaragoza todo está muy cerca) y le preguntaron qué había pasado. Nada, un retraso... ¿Y qué vas a hacer? Intentaré coger el último autobús que sale de Londres con destino a Exeter, es a la 1 de la mañana, así que tal vez llegue a tiempo... Pero estaba tan nerviosa que, de tan solo explicar el plan, se le vino el mundo encima: "Dios mío, dios mío... ¿y qué hago si no llegamos a tiempo? ¿Dormir en la estación? Bueno, no es tan mal plan... mucha gente lo hace. No pasa nada, no pasa nada... no pierdas la calma" pensaba.

Tras dos horas de viaje y muchos nervios, llegó a Reus. Embarcaron a toda velocidad. El piloto se disculpó (...) y despegaron casi de inmediato. Llegaron a Londres casi a medianoche. Nuestra protagonista corrió tan rápido como sus botas le permitían para coger el autobús que la llevaría a la estación de Victoria Street. La otra opción era dormir en el aeropuerto, algo que en aquellos momentos también le parecía muy tentador, pero si llegaba antes de la 1 de la mañana podría coger un autobús... Durante el viaje entabló conversación con su compañero de asiento: las penas compartidas siempre son mejores y nos ayudan a mantener la calma. Le explicó su plan, y su plan B (en caso de no haber autobús, dormiría en la estación). El chico, que se alojaba en una residencia, daría la dirección a un taxista y así no se complicaría más. Llegaron a Londres unos minutos después de la 1 de la mañana. Se despidieron rápido y la joven echó a correr ("¡menos mal que la estación está al lado!"). Pero... pero... No, no puede ser. ¡No puede ser!
Queridos lectores, si alguna vez estáis en la misma situación, tened en cuenta que la estación de Victoria Street cierra por la noche.

Momento de estrés y desesperación. No podía permitirse venirse abajo: había que ser práctico y buscar una solución... Que no cunda el pánico. ¿Cuáles son mis opciones? Volver al aeropuerto y dormir allí: descartado, ya no hay buses que vayan. Rondar las calles de Londres hasta que la estación abra: heu... mejor que no, hace frío y me da mal rollo. Buscar un hotel y pedir alojamiento: sí, va a ser caro pero es lo mejor... Además conozco uno aquí al ladito. Y allí que se fue. Arrastrando su maleta, cansada, sudorosa y bien asustada. Por favor que haya plazas, por favor que haya plazas...

No hubo. Incluso preguntó al recepcionista si la dejaría dormir o quedarse en los sofás de la recepción. Nanay de la China. Aguantó las lágrimas que se amontonaban en sus ojos hasta salir del hotel y tras andar un par de metros... no pudo más. Se echó a llorar, desesperada, asustada y llena de impotencia. No sabía a dónde ir, hacía frío y tenía miedo. La total. En aquellos momentos de desesperación no se le ocurrió pensar en la opción más fácil: ¿a quién conozco que esté en Londres y pueda alojarme? Cuando se recompuso mínimamente (ahora ya sin sollozos, solo algunas lagrimillas corriendo por las mejillas) volvió a la estación donde la dejó el primer autobús. No sabía para qué, pero al menos era un sitio que conocía. No obstante, el destino decidió que ya había sufrido suficiente por aquella noche e hizo que se encontrara con el chico que había conocido en el autobús. ¡Cuánto se alegra uno de ver una cara conocida en una situación así! (incluso cuando esa cara te es conocida desde hace solo una hora). Ey, ¿qué ha pasado? ¿No tenías una residencia reservada? Sí, pero el taxista no sabe dónde es... creo que la dirección está mal. ¿Qué te ha pasado? Ah, nada, nada, se me ha metido algo en el ojo (¿de verdad pensaba que iba a creerme?) y es que estoy muy agobiada... Venga, no te preocupes, cogemos un taxi y que nos lleve a algún hotel.

Cogieron un taxi que los dejó una manzana más allá de donde lo tomaron, frente a un hotelillo. Buenas noches, ¿tienen habitaciones libres? Sí, son un-montón-de-libras-por-noche, ¿quieren una o dos? ¿¡A ese precio!? Una. ¿Cama doble? Noooooo, ¡dos camas! La joven sabía que había tenido suerte, al menos no estaba sola, pero aún así le daba canguele dormir con alguien que no conocía. Claro que el chico estaba en la misma situación que ella, ¿qué peligro iba a correr? Aun así llamó a su madre (sí, a pesar de ser las 2 de la mañana) y le explicó la situación. Le pidió que por favor la llamase al día siguiente a las 8h para coger el primer autobús que saliese para Exeter. Y se dispuso a "dormir" con el mal rollo de estar en la misma habitación que un desconocido (inofensivo, el pobre) cuando de repente... este ¡se quitó los pantalones! "¿Pero qué hace? ¿Dormir en calzoncillos? ¡Si no nos conocemos!". ¿Vas a dormir con la ropa? (parecía extrañado porque, claro, dormir en vaqueros no es especialmente cómodo) Sí, sí, así mañana no pierdo tiempo en prepararme ("já, lo que no pienso es cambiarme de ropa delante de nadie"). Vale, buenas noches. Sí... "buenas" noches.

A las 7:59 h su madre, que durmió peor que ella aquella noche, la llamó. La joven se despidió de su amigo de aventuras, se desearon buena suerte, y enfiló a la estación de autobús que... uf, estaba abierta. No penséis que el resto fue pan comido, pues aún tuvo que esperar varias horas a que hubiera una plaza en algún bus. Pero nuestra historia tiene un final feliz y, aunque con el pelo sucio y despeinado, unas ojeras que llegaban al mentón y la cara casi sin lavar, nuestra protagonista llegó a su destino sana y salva. Y aprendió que no merecía la pena asustarse y perder la calma. Y, mucho menos, tener miedo de un pobre chaval en su misma situación.

Moraleja: cuidadín con Ryanair. Cuando te la juegan... puede que termines en la calle, literalmente. 

(Con el tiempo y más incidentes viajeros, nuestra protagonista se "curtió" poco a poco en esto de la situaciones extremas y, al menos, ya no desespera tanto. Para eso está la primera vez ;-) )