18 de agosto de 2014

Por qué irse de Erasmus es beneficioso para la salud

Llega un momento en la vida de todo universitario en el que se le ofrece la oportunidad de irse de Erasmus (bueno, más bien "llegaba un momento en el que se le ofrecía la oportunidad". Ahora no sé muy bien cómo está el tema de las becas...). El caso es que cuando eres estudiante y puedes optar a irte un año o unos meses al extranjero, muchos ni se lo plantean: van de cabeza. Otros son más reticentes y analizan los pros y contras. Y a otros no los mueves de casa ni con una palanca. Las tres posiciones son igualmente válidas. Yo, debido a los estudios que cursé, pude irme 2 veces de Erasmus (no, la beca no me la dieron 2 veces). La primera vez era obligatorio, pero si no lo hubiera sido habría formado parte del primer grupo. La segunda vez analicé un poco más las ventajas de quedarme o de irme. También me fui. Con esto quiero decir que mi opinión no es muy objetiva y que este post es mera propaganda para promover el intercambio cultural y lingüístico (o de lo que sea...) que ofrece el programa Erasmus (y similares).

¿Por qué irse de Erasmus es beneficioso para la salud?

Por los idiomas. Esta es la excusa razón que todo el mundo conoce y la que se utiliza para convencer a los padres de que una inmersión 100% en un país te convertirá en una persona bilingüe. Bueno, tiene algo de cierto. Si te defiendes en inglés, o en el idioma que sea, ampliarás tus conocimientos. Si, por el contrario, no sabes nada del idioma, puedes tomar dos caminos: juntarte con los españoles que haya en tu destino (da igual donde vayas, habrá españoles, y muchos) y mejorar tus conocimientos lingüísticos nacionales ("esta palabra en mi comunidad no se dice", "en el sur se utiliza tal o cual expresión..."); o intentar cambiar un poco de compañías, dar el salto internacional y aplicarte en el idioma (esto suena muy bonito, pero a efectos prácticos erasmusiles casi siempre quiere decir que te emborrachas como una cuba y entonces eres capaz de entenderte con todo el mundo).
Bromas aparte, irse de Erasmus es una oportunidad excepcional para aprender o mejorar un nuevo idioma. Puede que vayáis con muy buenas intenciones y dispuestos a olvidar vuestra lengua materna, pero a veces hay elementos con los que no contamos y que se interponen en nuestro camino. Por ejemplo, puede que la gente local no sea tan abierta ni esté tan dispuesta a juntarse con extranjeros como pensábais (requiere mucha paciencia hacer amigos a los que hay que explicarles qué significa tal o tal cosa o con los que utilizar un vocabulario más fácil...). Lo mejor es no juzgar esta actitud, ya que si estuvierais en su caso seguramente haríais lo mismo (¿o acaso sois amigos de los extranjeros que hablan mal español de vuestra clase? pues eso). Puede que el idioma del país al que vais se os dé fatal y estéis tan asustados que recurráis a la opción salvavidas: juntarse con los que conocen vuestra lengua. Es normal: estáis en un país extranjero y viviendo solos (muchos por primera vez), hay un millón de papeleo que hacer y no os enteráis de nada, y tenéis que sacaros las castañas del fuego hablando a lo indio. Suele pasar. Mi consejo es que si entabláis amistad con aquellos que hablen español, intentéis al menos no formar un gueto de hispanohablantes infranqueable por cualquier otro ser viviente: conocer al resto de Erasmus o a los estudiantes nativos es el quit del intercambio. O puede pasaros que entendáis el idioma y estéis decididos a no juntaros con ningún hispanohablante. Pues... ¡buena suerte! Porque estamos por todas partes. No podréis evitarlos, pero sí podéis racionar las frecuentaciones y abriros a nuevos horizontes.

Por conocer una nueva cultura. Vale, habláis el idioma del país desde que vais al parbulario, conocéis los grupos de música más famosos y siempre veis las pelis en versión original. Ya estáis súper inmersos en la cultura, pero no hay nada como una estancia larga para vivirla y comprenderla. Irse a un nuevo país para vivir en él (de hecho no estoy segura de que como turista se llegue a comprender verdaderamente una cultura) te enseña infinidad de cosas. Al principio muchas de ellas te parecerán extrañas, otras te harán gracia o te darán pena y hay algunas que jurarás no adoptar jamás. Conocer a los habitantes del país en cuestión es un plus que no podemos pasar por alto, porque te enseñarán las cosas más sorprendentes sin siquiera darse cuenta. Entender el por qué las cosas son así o asá es un conocimiento que no tiene precio. Es una experiencia maravillosa que nos abre la mente y nos cierra los prejuicios. Nos enseña a no juzgar y a no temer lo desconocido, y nos acerca como seres humanos. Se me pone la carne de gallina. ¿No os dan ganas de iros inmediatamente a experimentar algo así?

Por la familia. Sí, la que dejas atrás es muy importante y seguramente la echarás mucho de menos. Pero ahora mismo me refiero a la familia "que ganas". Estás en un país desconocido, donde se habla un idioma que tal vez no domines y, excepto si te has ido con algún conocido, estás más solo que la una. Todos tus mecanismos de socialización se activan. Y vaya que si se activan. Seas como seas (alto, gordo, tímido, maníaco de la limpieza, soez, hincha del Real Madrid, pijo, independentista...) harás amigos.Y no solo amigos, harás una piña inseparable con aquellos que están en tu situación. Puede que tu círculo sea de 4 o de 14 personas, pero en cualquier caso encontrarás en ellos el refugio que necesitas. En el Erasmus todo es muy relativo, y aquello que te parecía trivial en tu vida cotidiana adquiere un peso enorme. Las emociones son mucho más intensas y el tiempo se vuelve completamente relativo. Antes eras capaz de pasar una semana sin ver a un amigo y no pasaba nada. En el Erasmus, un día sin tener noticias de alguien de tu "círculo íntimo" te parece una eternidad e incluso llegas a preocuparte. Son tantas las emociones compartidas y los momentos (malos, pero sobre todo buenos) que os unen, que de repente te das cuenta de que, más que amigos, esas personas a quienes solo te unía un país de destino han pasado a ser tu familia. Nunca habías forjado lazos de amistad tan fuertes en tan poco tiempo; nunca habrías pensado que podrías ver lo bueno en aquella chavala con opiniones políticas totalmente contrarias a las tuyas, nunca habrías pensado que el chico que te ponía nerviosa al principio con sus chistes malos acabaría siendo como tu hermano. Es posible que al final del Erasmus pierdas el contacto poco a poco, o puede que conservéis la relación para siempre, pero en cualquier caso la gente con la que compartas la experiencia se quedará en tu recuerdo durante mucho, mucho tiempo.
.....

Pero si estas razones principales no os bastan (qué público más exigente...), tendré que revelaros las que solo conocen los que han vivido un Erasmus.

Por la fiesta. ¿A quién queremos engañar? El Erasmus mola por las fiestas. Incluso si estáis en el pueblo más remoto del rincón más desconocido del mundo... habrá fiesta. ¿Que no hay fiesta? La montaréis vosotros. ¿Que no hay bares? Crearéis house parties. ¿Que la bebida es cara? Os quedaréis sin cenar para que el alcohol os haga mayor efecto. ¿Que la música es un horror? Al final os encantará e incluso la bailaréis dándolo todo. ¿Que vuestros horarios son prontísimo por la mañana? Id a Reino Unido: allí la fiesta comienza tan pronto que acaba a la 1 de la mañana (una hora asequible para madrugar al día siguiente) ¿Que en las clases son exigentes con vosotros aunque no seáis nativos? Aaaah, pues haberlo pensado antes; ahora disfrutad un poco, no os agobiéis por las notas e intentad aplicaros en clase lo mejor que podáis.

Por la independencia familiar. Seguramente en vuestro caso esto no haga referencia a una independencia económicamente hablando, pero sí en términos de "espacio vital". Muchos estudiantes se quedan en las universidades de su ciudad y por lo tanto no necesitan mudarse y siguen viviendo en su casa (la de sus padres). Es por esto que el Erasmus representa en muchos casos la primera oportunidad para dejar el nido y lanzarse a la aventura de vivir sin los padres. Puede tener sus cosas buenas (no hay horarios, ni expicaciones que dar, etc.) y sus cosas malas (te tienes que hacer la comida, no tienes la protección y la seguridad que da tener a los padres cerca...). Pero una vez que te haces a la idea y que te acostumbras a ir a tu aire, es una experiencia religiosa: descubres que eres más organizado de lo que pensabas, que escondes a un cocinillas o, todo lo contrario, que eres un desastre pero te da igual porque nadie va a darte la tabarra para que cambies.

Por el amor. Seguro que conoces a alguien que se fue de Erasmus y volvió con novi@, ¿verdad? Y es que hasta el más patoso con los idiomas puede sucumbir a los encantos de los extranjeros. Es una prueba de que el amor no conoce de edades, ¡ni de fronteras! A lo mejor piensas que los amores de Erasmus duran eso, el Erasmus, pero yo conozco a varias personas que han encontrado a la persona gracias a este intercambio. Además, ¿hay algo más romántico que decir a vuestros hijos: "fíjate que el mundo es grande, y fui a parar al pueblucho donde encontraría a mi media naranja"?

Por el sexo. Es mundialmente conocido el juego de palabras "orgasmus". Son muchos los que van de Erasmus pensando que encontrarán la tierra prometida de los líos de una noche. Y a veces la encuentran, pero otras no. Es mejor quitarse esta idea de la cabeza (por si acaso eres de esos y te llevas una decepción) e ir con la intención de simplemente pasarlo bien. El resto dependerá de cómo seas y de cómo sean el resto de personas con quienes compartas la experiencia. Aunque una cosa es segura: con o sin sexo, va a ser inolvidable.

Por la gente. ¿Cuántas veces tienes la oportunidad en tu día a día de conocer a gente de todo el mundo? ¿Quién habría pensado que tu mejor amiga sería noruega? ¿Quién dijo que los alemanes son cuadriculados? ¿Y de dónde sacamos la idea de que los franceses son prepotentes? En muchos casos, el Erasmus es la puerta para abrir nuestras mentes un poco más, para lanzarnos al mundo de los viajes o para darnos cuenta de que hay personas increíbles en todas partes del mundo. Te ríes con tus amigos de todo el globo de los prejuicios que hay sobre unos y otros, y te das cuenta de que tienes más en común con un indio que con alguien de tu propia ciudad. Si es que en el fondo, y a pesar de lo que nos hagan creer, ¡somos todos iguales!

Por vivir en el limbo. Lo más cotidiano se vuelve importante y lo que era más importante, "desaparece" de tu vida. Vives en una especie de limbo "don't worry, be happy" en el que todo te parece muy lejano: tu familia, tus amigos, los problemas que tenías en casa, los comederos de cabeza del día a día, la rutina... Sabes que están ahí, que tendrás que hacerles frente cuando vuelvas, pero en ese momento estás "en pausa" de tu vida normal. Claro que no creo que lo mejor sea utilizar un Erasmus para "huir", porque en ese caso solo empeorarás las cosas, acarreando tu bagaje allí donde vayas. Pero sí estarás como en una especie de vacaciones de las preocupaciones (por eso se hace tan duro volver después).

Por la intensidad con la que vives todo. Lo he comentado unos párrafos arriba: todo adquiere una nueva dimensión e intensidad. Cada día es único, cada día hay un desafío. Y cada día lo superas. Te sientes súper poderoso porque el profesor te ha felicitado por tus buenas notas o tu esfuerzo, o porque te has bebido una cascada de cervezas, o porque has ido de excursión por la campiña inglesa y has sobrevivido a una lluvia torrencial durante 4 horas en el monte sin agua ni comida. Cualquier pequeño detalle te parece inmenso, vives cada hora con tal intensidad que tienes la impresión de llevar allí media vida y terminas conociendo a la gente con la que compartes cada momento como si los conocieras de siempre. Es un poco como vivir al límite pero sin arriesgar el pellejo. Nada de la vacuidad de lo cotidiano: sientes que vives de forma plena y eso, vale mucho.

Porque es una de las mejores (o la mejor) experiencias que vivirás en tu vida. Ahí lo dejo.
Y si no es así y tu Erasmus es una experiencia nefasta, estoy segura de que será una de las mejores en lo que a aprendizaje personal respecta. Así que...

¡NO OS QUEDÉIS AHÍ QUIETOS!


Todo parecido con la realidad Erasmus es mera coincidencia y ha sido reducido al mínimo común múltiplo. Si queréis haceros una idea de hasta qué punto mola hacer un Erasmus... ¡hacedlo! Podréis escuchar miles de versiones, a cada cual mejor, y pensaréis que es una experiencia sobrevalorada... Pero no llegará ni a la suela del zapato cuando la viváis.

No hay comentarios:

Publicar un comentario