8 de agosto de 2014

Ryanair: la compañía con un 90% de vuelos puntuales

... O eso dicen.
¿Alguna vez habéis utilizado esta compañía? Sobre ella se pueden escribir tantas historias como pasajeros ha tenido... porque telita. Se hizo famosa por sus precios súper baratos (lo cual corroboro, ya que compré vuelos de ida y vuelta a Bélgica por 12€, por 2€ a Londres e incluso una vuelta de Granada por la friolera cantidad de... ¡1 céntimo!). Qué tiempos aquellos... Claro que no es oro todo lo que reluce. En aquella época sólo te dejaban llevar una maleta de mano (nada de bolso o mochila adicional) con unas medidas muy específicas. Tanto, que si te pasabas de un centímetro, la tenías que facturar. Es increíble las artimañas que se inventaba la gente para no pagar de más... Pero el post de hoy se lo dedico a sus horarios.

Ryanair es una compañía barata y, por ende, se podría sospechar que es sinónimo de mala calidad: maletas perdidas, asientos incómodos, horarios no respetados... Pero, sorprendentemente, son bastante puntuales. Yo utilizo esta compañía desde que empecé a viajar y muy pocas veces he llegado más tarde de lo indicado en el billete. Si alguna vez habéis cogido un avión Ryanair que haya llegado puntual, os habrá sorprendido su musiquita anunciando orgullosamente que son una compañía con un alto porcentaje de vuelos que llegan a la hora indicada. Tiririiii ririiiiii y la gente aplaude. ¿Su secreto? Muy fácil: cuando compras el billete te indican la hora de llegada. Pero... se aseguran de guardar un buen margen. Esto es, si el viaje entre París y Barcelona dura, por ejemplo 1 hora 30 min, ellos indicarán que el vuelo tiene una duración de 2 horas. Así es difícil no cumplir con los horarios establecidos... Personalmente, a pesar de ser una compañía de asientos incómodos y en la que el vuelo está dedicado a vender todo tipo de productos, en lo que respecta a horarios tengo pocas quejas. Por lo general siempre van muy puntuales. ¿Siempre? No, siempre no. Cuando te fallan, lo hacen de verdad. Nada de un retraso de una o dos horas. No, Ryanair lo hace a lo grande. ¿Por qué digo esto? Dejadme que os cuente...

Érase una vez que se era una joven estudiante inexperimentada en el mundo aéreo y sus retrasos. Era ingenua y se consideraba aventurera, aunque pronto descubriría que cuando había problemas se ahogaba en un vaso de agua. Tras haber vuelto a casa por Navidad, como el turrón, se disponía a regresar a su país adoptivo de aquel momento, Reino Unido. Iba a ser un viaje largo, muy largo: vuelo desde Zaragoza a Londres y, una vez allí, un autobús desde el aeropuerto hasta la capital y otro de varias horas hasta el sur de Inglaterra. Allí le esperaría una caminata de media hora hasta llegar a su hogar. No importaba: era joven e intrépida y, aunque entraría por la puerta de casa a primeras horas de la madrugada, al día siguiente podría dormir hasta que el cuerpo dijera basta.

Se despidió de su familia y se dispuso a esperar en la terminal el embarque de su vuelo. Pasaron algunos minutos, y los minutos se hicieron un par de horas. Por entretenerse, llamó a sus padres para informarles del retraso: esperaba llegar a tiempo para coger el autobús que la llevara al sur. Al cabo de un rato, comunicaron que el vuelo que esperaba no llegaría a Zaragoza: había demasiada niebla para aterrizar. ¿Qué broma es esta? ¿Niebla? ¡Este piloto viene de Londres, tiene que saber cómo aterrizar con un poco de niebla! Al parecer no sabía, así que los pasajeros fueron informados de que serían transportados al aeropuerto más cercano, donde había aterrizado su avión: REUS. ¿¡Quéeeeee!? Catástrofe. La joven llamó a sus padres, intentando que la voz no le temblara: ya no quedaba esperanza, perdería su autobús. Apenas podía controlar los nervios. Sus padres acudieron al aeropuerto (en Zaragoza todo está muy cerca) y le preguntaron qué había pasado. Nada, un retraso... ¿Y qué vas a hacer? Intentaré coger el último autobús que sale de Londres con destino a Exeter, es a la 1 de la mañana, así que tal vez llegue a tiempo... Pero estaba tan nerviosa que, de tan solo explicar el plan, se le vino el mundo encima: "Dios mío, dios mío... ¿y qué hago si no llegamos a tiempo? ¿Dormir en la estación? Bueno, no es tan mal plan... mucha gente lo hace. No pasa nada, no pasa nada... no pierdas la calma" pensaba.

Tras dos horas de viaje y muchos nervios, llegó a Reus. Embarcaron a toda velocidad. El piloto se disculpó (...) y despegaron casi de inmediato. Llegaron a Londres casi a medianoche. Nuestra protagonista corrió tan rápido como sus botas le permitían para coger el autobús que la llevaría a la estación de Victoria Street. La otra opción era dormir en el aeropuerto, algo que en aquellos momentos también le parecía muy tentador, pero si llegaba antes de la 1 de la mañana podría coger un autobús... Durante el viaje entabló conversación con su compañero de asiento: las penas compartidas siempre son mejores y nos ayudan a mantener la calma. Le explicó su plan, y su plan B (en caso de no haber autobús, dormiría en la estación). El chico, que se alojaba en una residencia, daría la dirección a un taxista y así no se complicaría más. Llegaron a Londres unos minutos después de la 1 de la mañana. Se despidieron rápido y la joven echó a correr ("¡menos mal que la estación está al lado!"). Pero... pero... No, no puede ser. ¡No puede ser!
Queridos lectores, si alguna vez estáis en la misma situación, tened en cuenta que la estación de Victoria Street cierra por la noche.

Momento de estrés y desesperación. No podía permitirse venirse abajo: había que ser práctico y buscar una solución... Que no cunda el pánico. ¿Cuáles son mis opciones? Volver al aeropuerto y dormir allí: descartado, ya no hay buses que vayan. Rondar las calles de Londres hasta que la estación abra: heu... mejor que no, hace frío y me da mal rollo. Buscar un hotel y pedir alojamiento: sí, va a ser caro pero es lo mejor... Además conozco uno aquí al ladito. Y allí que se fue. Arrastrando su maleta, cansada, sudorosa y bien asustada. Por favor que haya plazas, por favor que haya plazas...

No hubo. Incluso preguntó al recepcionista si la dejaría dormir o quedarse en los sofás de la recepción. Nanay de la China. Aguantó las lágrimas que se amontonaban en sus ojos hasta salir del hotel y tras andar un par de metros... no pudo más. Se echó a llorar, desesperada, asustada y llena de impotencia. No sabía a dónde ir, hacía frío y tenía miedo. La total. En aquellos momentos de desesperación no se le ocurrió pensar en la opción más fácil: ¿a quién conozco que esté en Londres y pueda alojarme? Cuando se recompuso mínimamente (ahora ya sin sollozos, solo algunas lagrimillas corriendo por las mejillas) volvió a la estación donde la dejó el primer autobús. No sabía para qué, pero al menos era un sitio que conocía. No obstante, el destino decidió que ya había sufrido suficiente por aquella noche e hizo que se encontrara con el chico que había conocido en el autobús. ¡Cuánto se alegra uno de ver una cara conocida en una situación así! (incluso cuando esa cara te es conocida desde hace solo una hora). Ey, ¿qué ha pasado? ¿No tenías una residencia reservada? Sí, pero el taxista no sabe dónde es... creo que la dirección está mal. ¿Qué te ha pasado? Ah, nada, nada, se me ha metido algo en el ojo (¿de verdad pensaba que iba a creerme?) y es que estoy muy agobiada... Venga, no te preocupes, cogemos un taxi y que nos lleve a algún hotel.

Cogieron un taxi que los dejó una manzana más allá de donde lo tomaron, frente a un hotelillo. Buenas noches, ¿tienen habitaciones libres? Sí, son un-montón-de-libras-por-noche, ¿quieren una o dos? ¿¡A ese precio!? Una. ¿Cama doble? Noooooo, ¡dos camas! La joven sabía que había tenido suerte, al menos no estaba sola, pero aún así le daba canguele dormir con alguien que no conocía. Claro que el chico estaba en la misma situación que ella, ¿qué peligro iba a correr? Aun así llamó a su madre (sí, a pesar de ser las 2 de la mañana) y le explicó la situación. Le pidió que por favor la llamase al día siguiente a las 8h para coger el primer autobús que saliese para Exeter. Y se dispuso a "dormir" con el mal rollo de estar en la misma habitación que un desconocido (inofensivo, el pobre) cuando de repente... este ¡se quitó los pantalones! "¿Pero qué hace? ¿Dormir en calzoncillos? ¡Si no nos conocemos!". ¿Vas a dormir con la ropa? (parecía extrañado porque, claro, dormir en vaqueros no es especialmente cómodo) Sí, sí, así mañana no pierdo tiempo en prepararme ("já, lo que no pienso es cambiarme de ropa delante de nadie"). Vale, buenas noches. Sí... "buenas" noches.

A las 7:59 h su madre, que durmió peor que ella aquella noche, la llamó. La joven se despidió de su amigo de aventuras, se desearon buena suerte, y enfiló a la estación de autobús que... uf, estaba abierta. No penséis que el resto fue pan comido, pues aún tuvo que esperar varias horas a que hubiera una plaza en algún bus. Pero nuestra historia tiene un final feliz y, aunque con el pelo sucio y despeinado, unas ojeras que llegaban al mentón y la cara casi sin lavar, nuestra protagonista llegó a su destino sana y salva. Y aprendió que no merecía la pena asustarse y perder la calma. Y, mucho menos, tener miedo de un pobre chaval en su misma situación.

Moraleja: cuidadín con Ryanair. Cuando te la juegan... puede que termines en la calle, literalmente. 

(Con el tiempo y más incidentes viajeros, nuestra protagonista se "curtió" poco a poco en esto de la situaciones extremas y, al menos, ya no desespera tanto. Para eso está la primera vez ;-) )

No hay comentarios:

Publicar un comentario