27 de agosto de 2014

3 años

Se me ha pasado muy despacio y muy deprisa a la vez. Y aquí estoy, 3 años después.
Llegué a París cargada de ilusiones y maletas, con nervios y emocionada por empezar un proyecto nuevo. No sabía qué me esperaba en la ciudad con la que todo el mundo sueña, pero no podía creer mi suerte. ¡Un trabajo en París! ¿Quién puede presumir de un debut laboral así? Desde entonces no todo ha sido un caminito de rosas y libre de problemas, pero ha estado repleto de buenos momentos y ha sido (y es) un gran aprendizaje.
Y hoy, 3 años después de mi llegada, estoy hasta nerviosa y no sé qué escribir. Han sido tantas las impresiones, personas y momentos que han transcurrido durante este tiempo que seguramente voy a dejarme muchas en el tintero (voluntaria e involuntariamente), y otras menos importantes las escribiré "por rellenar"... pero más o menos, así han sido estos años en París:


¡1, 2, 3 reflexione otra vez!

Llegué sin darle vueltas al coco desde hacía tiempo, pero 2 semanas de soledad forzada a la búsqueda de piso, sin amigos ni nadie con quien hablar, me llevaron a hacer aquello de lo que no tuve tiempo ni ganas durante los últimos meses: pensar. Creí que me volvería loca, estaba yo sola con mis pensamientos, mis sentimientos y mis miedos. Repasando una y otra vez todos los problemas que me había bebido durante el último año y a los que no había querido dedicar tiempo para no sufrir. Llegaron todos de golpe y me sentí sola y desamparada como nunca. Dicen que pasar tiempo a solas con uno mismo es bueno y necesario, pero entonces me pareció una tortura, solo quería arrancarme de mis recuerdos. Descubrí que París es preciosa y triste como ninguna, y me acogió con mano dura, me atrapó en mi cabeza y me obligó a sufrir.

Hice grandes amigos con los que he pasado (y paso) largas horas charlando del sentido de la vida, qué buscamos y si deberíamos conformarnos y ser felices o unos eternos insatisfechos.

Dediqué tiempo a pensar qué querría hacer 7 meses después de mi llegada y después dediqué tiempo a no pensar en qué querría hacer (razón por la cual sigo aquí). Me dejé llevar por la comodidad de estar asentada y me conformé con no buscar lo que me apetece. Después París volvió a darme un sopapo con su mano de hierro y me obligó a replantearme qué quiero.

3 palabras: bueno, bonito, barato

París es caro, no todo el mundo se lo puede permitir y blablablá. Todo el mundo lo sabe. Pero no siempre es cierto. Si te mueves por los lugares indicados y no eres un adicto del lujo, las "3 b" pueden regir tu vida. Pude encontrar un alojamiento bueno, bonito, barato y pequeño en una residencia estupenda. Hoy en día, tengo un piso no tan bueno y nada barato pero con unas bonitas vistas. 2 de 3 no está tan mal, ¿eh?

Pasé mis primeros meses frecuentando bares baratos, comiendo en lugares tirados de precio y yendo a fiestas gratis. Después cambié mi estilo de vida de pobre a "joven trabajadora con un nivel aceptable" y comencé a ir al cine más a menudo, empecé a pedir cócteles sin quedarme con las ganas por el precio y a utilizar el dinero sin mirar tanto (o nada) la cuenta... Eso sí, sigo negándome a pagar 25 euros por una depilación de cejas, no por falta de medios sino por exceso de orgullo. En serio, ¿¡por unas cejas!?

3 experiencias inolvidables

Han sido muchas, muchas más. Pero si tuviera que quedarme con tres... aquí van las seleccionadas:

Conocer a mi primera amiga que fue, además, el trampolín para conocer a los demás. Después de semanas sin establecer lazos con nadie, recuerdo dormir satisfecha y feliz tras una breve conversación en el ascensor y una visita guiada de la residencia.

Las fiestas multiculturales improvisadas en casa. Ya lo comenté por aquí, pero han sido momentos de alegría, diversión y felicidad plena durante horas. Y es que, mi vida aquí ¡ha molado mucho!

Decir adiós y quedarme con el corazón "partío". Sentir que mantengo una relación a distancia con todo el mundo que conozco y que, inevitablemente, siempre me faltará alguien (más que nada porque son vidas y lugares de residencia incompatibles). Y a pesar de ello, estar feliz por poder tener un poquito de corazón en muchas partes del mundo. Duele y dolió mucho en su momento, pero ya se sabe que lo que no mata, ¡te hace más fuerte!

3 personas

¡Sería triste resumir todo a solo tres personas! Así que mejor los agrupo en 3 nacionalidades, en las que entran todos los que han hecho que París sea tan especial: me quedo con los africanos, con los antillanos y con algunos europeos.

El amor en 3 pasos

En París, la ciudad del amor (para los incrédulos, claro) he pasado 3 años acompañados de 3 fases amorosas: la número uno fue cuando llegué y pensé que no hay peor lugar para estar solo y enamorado (que no correspondido). Estás tú con tus circunstancias y nada más. Y te da para reflexionar mucho, demasiado.

¡La fase 2 es mucho más divertida! Es cuando te das cuenta de que París será conocida como la ciudad del amor pero... debe ser porque ¡es la mejor ciudad europea (que yo conozca) para estar soltero! Hay tantas cosas que hacer, tantos sitios a los que ir... Te invitan a una fiesta en una casa y hablas con un montón gente diferente... Te vas a bailar y no te sientes mal por repetir pareja... ¡Solteros de Europa, este es vuestro sitio!

Y la fase 3 es cuando caes en las garras de un francés. No sabes cómo pasa, porque a veces ni los soportas con sus quejas y su orgullo de gallitos (claro que no todos son así... pero casi :P), pero pasa. Y ahí estás tú, en la ciudad del amor (que ya no lo es para ti) con un enamorado. Claro que podría ser peor...

3 estaciones

Aquellos que no vivan en París pueden creer que existen 4 estaciones al año, como suele ser el caso del clima oceánico. Aquí os aviso: no es así.

Invierno hay, y vaya que si lo hay. Claro que no estamos en Rusia y las temperaturas son "aceptables", pero preguntad a mis padres qué opinan del tema y os dirán que ni se os ocurra venir durante esta época del año. Más vale prevenir que quedarse helado.

Otoño: pues también hay. Suele parecerse al invierno pero un poco menos frío (aunque ojito con noviembre...) y con suerte un poco más soleado.

Primavera: ¿esto qué es lo que es? Es el otoño, ¡que ya ha vuelto! Acompañado de lluvias, un poquillo de sol, gente que ya va en sandalias de la ansiedad de tanto llevar botas, y alergias como la copa de un pino, pero otoño al fin y al cabo.

Verano: ¿quién dijo que el verano en París es inexistente? Pues que sepáis que... ¡sí tenemos verano! Este año ha durado 1 semana y media, concretamente. ¿El resto? Una mezcla primaveral y otoñal, para que las chaquetas y las botas no cojan polvo en el armario.

Al menos dicen que cuando el cielo está gris las fotos salen más bonitas
3 ingredientes faltos en mi dieta

Sí, hay que comer bien. Lo sé, lo sé, y a veces hago los deberes y consigo pasar un periodo considerablemente largo de tiempo alimentándome bien. Pero la pereza es mucha cuando llegas a casa tarde de trabajar y hay que correr al supermercado... Por esto hay 3 elementos que no son muy abundantes (más bien inexistentes) en mi dieta parisina. Y los ganadores son...: vitaminas (me encanta la fruta, pero los supermercados de aquí venden algo que no lo es, sino que más bien podría considerarse plástico a precio de oro; y los mercadillos... casi nunca logro levantarme a tiempo para llegar. Soy así de vaga...), proteínas (podría considerarme vegetariana indirecta de tan poca carne y pescado que compro) y hierro (será por los gases o porque a nadie le gusta comer lentejas cuando no le obligan, pero creo que casi podría contar con los dedos de una mano el número de veces que las he cocinado).

3 ingredientes que sobran en mi dieta

Los que llevan las pizzas, las hamburguesas de McDonalds y ¡el queso de cabra marca Leader Price!

One, two, three, au revoir al inglés

Después de tantos años en Francia podría decir que me he vuelto completamente bilingüe, que he adquirido un acento francés que no deja ver mis orígenes y que nada escapa a mi entendimiento. Por desgracia, no es así. Vale, vale, podría decirse que soy "bilingüe" pero mi acento, si ha mejorado algo, sigue dejando bien clarito de dónde vengo y a dónde voy. ¿Y todo esto a cambio de qué? De tener un montón de influencias en castellano y hablar a trompicones y de... despedirme de mi inglés. Estoy cerca de comunicarme a lo indio con acento francés: "Ellou - my name is - Lucía, I'm from - Espain, Soggy".

3 golpes de buena suerte

A veces decimos que la suerte no existe. En ese caso, supongo que se me dan muy bien los sorteos. En lo que va de estancia parisina he ganado tres veces (bueno, en realidad cuatro) en sorteos de esos que "nunca" tocan. Dos veces en la fiesta de Navidad de la empresa: el primer año un kit de baño y perfumes; y el segundo unos súper auriculares. Otro de los grandes regalos caídos del cielo ha sido un pase anual para el parque Disneyland. Me apunté a un mail de publicidad y... ¡tocó! Estaba tan entusiasmada como si tuviese 7 años. Y el último pero más impresionante... redoble de tambor... fue un viaje a... ¡CUBA! Os lo conté un poco aquí. ¡Así de afortunada he sido!

3 objetos con historia

En algún cuaderno escribí que los libros en París cuentan una historia y tienen una historia, porque muchas veces los he comprado de 2ª o a saber qué mano. Me pasa con los libros y con muchas cosas que he adquirido aquí. A día de hoy, tengo al menos 3 cosas cuyo valor implícito es mucho más interesante que el objeto en sí mismo.

En el primer puesto tengo una compilación de algunas historietas de las 1000 y una noches en un libro que data de 1939. Lo compré en los bouquinistes, donde se pueden encontrar verdaderos tesoros a precio de ganga.

En segundo lugar y siguiendo con los cuentos, tengo un libro de historias para niños que compré porque una de ellas es la de la vendedora de fósforos. El libro se imprimió en 1945, así que no está en perfecto estado, pero cuando lo vi casi se me saltaron las lágrimas de emoción. Seguro que mi tía (¡hola tía!) imagina por qué, y es que siempre, siempre me lo contaba cuando era pequeña.

Y por último, aunque fue el primero que adquirí, unos guantes. Pero no unos guantes cualquiera, estos vienen ¡directos de Cuzco, en Perú!, y son súper chulos, llenos de colorines y últimamente se están descosiendo... Me los regaló un peruano que conocí de casualidad mi primera semana aquí y que me hizo patearme medio París a las tantas de la noche mientras me contaba su vida (y yo un poco la mía). Fue una historia a lo Antes del amanecer, pero sin ningún matiz romántico ni por el estilo, así que no penséis mal, pillines. Eso sí, no tuve que comprarme guantes para ninguno de los inviernos que he pasado aquí.

3 percepciones de París

París es maravillosa, no desde un punto de vista turístico; para entenderla y apreciarla hay que vivir en ella y vivirla.

París te cansa hasta caer extenuado. Hay momentos en los que la detestas y quieres perderla de vista para siempre.

París te atrapa, para bien y para mal. A ver quién es el valiente que la deja ahora...


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